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Amando de Miguel

El habla es algo más que la lengua

Ramón Luengo (Valencia) me pregunta por qué los tertulianos de la COPE con acento catalán son tan pro-PSOE o tan anti-PP.

 Armando Centurión Prieto (del Paraguay) se irrita suavemente al conocer que aquí decimos “espías paraguayos” para calificar a los espías de torpes. Hombre, no hay que tomárselo en serio. Se trata de un coloquialismo. Por lo mismo, en el lenguaje infantil o adolescente se dice “guay del Paraguay” para indicar que una cosa es óptima. Vaya lo uno por lo otro. En Ceuta llaman “paraguayos” a los turistas, visitantes o peninsulares. En Canarias serían “godos”. Esos usos coloquiales de ciertos gentilicios no tienen nada que ver con la xenofobia. Simplemente, la voz “paraguayo” (como “guacamayo”) suena exótica y divertida a oídos de un español de habla recia y empingorotada. Debo advertir a don Armando que mi tercer apellido es Prieto; luego algo parientes debemos de ser.
 
 José Luis Pérez repite como corresponsal. Protesta del “¿te cobras?” que ha oído en algún bar. Él prefiere “¿me cobras?” o mejor “¿me cobra?”. ¿Qué le parece el se cobre que yo digo a veces como chanza? Es un imperativo castizo, que no está en la Gramática, supongo, pero que tiene su gracia.
 
Creo que ya he dicho algo aquí sobre esa extraña expresión de “buscarle tres pies al gato”. Luis de Quinteiro me avisa de que quizá se trata de buscar “tres pies métricos o poéticos”, como si dijéramos, dos sílabas. José U. Fuster (Callosa d’en Sarrià, Alicante) sostiene que debe ser “buscarle un traspiés al gato”. No tengo ninguna autoridad para decidir. Ahí quedan esas dos interesantes observaciones.
 
Ramón Freire (El Rompido, Huelva), habitual de esa seccioncilla, me comenta, con muy buen sentido, que ya está hasta el moño de lo del golpe de calor. Toda la vida de Dios hemos dicho “insolación”. Don Ramón lo acaba de oír en la playa donde veranea. Grita la madre al niño: “¡Jónathan, cúbrete la cabeza que va a dar un golpe la caló!”. Me parece que el pobre Jónathan (o como se escriba) empieza a tener una idea bastante mecanicista del calor.
 
Rafael Navarro Ruiz tiene metido el DRAE en el ordenador y este se rebela con el palabro inamistoso. Por lo visto, lo emplea mucho el ministro Moratinos. Efectivamente, no está en el DRAE pero sí lo recoge el Seco. No me parece una palabra rechazable. Viene bien al lenguaje diplomático. Inamistoso está entre hostil y neutral. Es algo así como “poco amistoso cuando debía serlo más”.
 
Ramón Luengo (Valencia) me pregunta por qué los tertulianos de la COPE con acento catalán son tan pro-PSOE o tan anti-PP. Concluye: “Es un enigma para mí. ¿Los buscan adrede?”. No había caído, la verdad. Pero, ahora que lo dice, los tertulianos más laudatorios del PSOE o resentidos contra el PP, aunque no sean catalanes, respiran por el Barça. También es curioso.
 
Carlos Zornoza de Solilnís (Tarragona) me consulta la conveniencia de la expresión “una hora menos en Canarias”. Su duda es si no habría que decir “una hora antes”. Me da igual. En ambos casos resulta una pesadez. Todo el mundo sabe que la hora cambia convencionalmente cada 15º de longitud. Claro que en Canarias los relojes marcan una hora antes (o menos) que los del resto de España. En los Estados Unidos donde tienen varias husos horarios, no están diciendo todo el tiempo, desde Nueva York, que es una hora menos en Colorado o dos o tres (no lo sé) en California. Cada uno con su hora y Dios en la de todos. Algo parecido ocurre con los corresponsales de la radio o la televisión que emiten desde tierras distantes. Nunca saben si decir buenos días, buenas tardes o buenas noches. Esa expresión es un deseo y, por tanto, debe referirse al tiempo del que emite. Para el oyente es otro tiempo, pero puede haber también diferentes oyentes con distintos tiempos. Por eso lo más claro es que el corresponsal se refiera al tiempo suyo.
 

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