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Amando de Miguel

El incierto origen de las cosas

Miguel Guash plantea una curiosidad: la similitud entre las voces ocho y noche, que se da en español, en alemán (acht, nacht), inglés (eight, night) y otros idiomas. Me pide mi opinión. La verdad, no había caído en esa coincidencia que se extiende a muchas otras lenguas. Veamos, primero las equivalencias en distintos idiomas:
 
                             ocho                noche
sánscrito           ashtá               nac
griego                 okto                  nyx
latín                     octo                  nox
italiano               otto                   notte
alemán              acht                   nacht
inglés                 eight                 night
francés              huit                   nuit
portugués          oito                   noite
catalán               vuit                    nit
 
Es asombrosa la coincidencia en tantas lenguas. Un enlace podría ser la voz sánscritanagná o naktá (= la desnuda), por alusión a que la noche es la “desnuda de luz”. En alemán nacht (= noche) y nackt (= desnudo) siguen emparentados. También en latín: nox y nudus; en español noche y (des)nudo.
 
Sigue siendo un misterio por qué el ocho se parece tanto a la noche. Espero que alguien nos ilumine.
 
Javier Martínez Soto asegura que cornudo, como símbolo de la infidelidad amorosa, procede del latín cor nudum (= desnudo de corazón). Así lo señala Corominas (corde nudus), entre otras explicaciones, pero no me convence. La simbología ha sido siempre con los cuernos, no con el corazón. Camilo José Cela recoge muchos textos medievales en donde se condena la injuria de llamar “cornudo” a alguien. Se inclina por la relación entre los animales con cuernos (cabras, corzos) y su tendencia a la promiscuidad. También tiene esa fama el cuclillo o cuco. Ese cu- inicial facilitó lo de cuerno.
 
Fernando Palacios recoge el cuento de un Rey de Dinamarca que solía acostarse con algunas de sus súbditas casadas. Para que no le molestaran mientras yacía con ellas, “hizo construir unos cuernos en plata que colgaban en la puerta de la casa”. Francamente, la historia me parece apócrifa. En todo caso no se explica por qué el cabrón del Rey danés escogió el símbolo de los cuernos.
 
Severino Arranz Martín duda de mi versión que relaciona el miércoles con el dios Mercurio. Él opina que procede de la expresión latina mehe Hércules. No obstante, me parece más verosímil el parentesco de los días de la semana con los astros: lunes (Luna), martes (Marte), miércoles (Mercurio), jueves (Júpiter), viernes (Venus), sábado (Saturno). El domingo es dies Domínica (= día del Señor), la cristianización del Sol. Lo de Hércules o Heracles ─el héroe por antonomasia─ no encaja bien con lo de miércoles.
 
Vicente Jimeno (Calahorra, La Rioja) comenta lo chocante que es el título abreviado del Diccionario de la Lengua Española: “el DRAE”. Don Vicente sugiere que lo más adecuado sería llamarlo “el DEL” o “el DELE”. Se congratula de que ese lexicón acoja una expresión tan elegante como tábula gratulatoria (= lista de agradecimientos), pero echa a faltar la palabra “tábula”. A mi entender, basta la referencia a “tabla” o “tablilla”, que es como derivó en castellano. También recoge el DRAE el verbo “tabular”. De todas formas, el “ordenador” bien podría haber sido llamado así: “tábula”. Era el instrumento que utilizaban los romanos para escribir, una tablilla de cera en la que se podía borrar y volver a escribir. Esa particularidad la tiene el ordenador de forma admirable frente a otros procedimientos de escritura, que suelen ser indelebles. Sería más lógico que una máquina que “tabula” fuera llamada “tábula” o “tabuladora”. Pero ya es tarde para la propuesta.
 
Mª Paz Velázquez sostiene que la expresión “entre pitos y flautas” procede de las famosas “cuentas del Gran Capitán” (Gonzalo Fernández de Córdoba). En ellas se recogía la respuesta a la denuncia de que el caudillo había derrochado el dinero para su campaña. Puede ser, aunque tengo mis dudas de la verosimilitud de las famosas “cuentas” del Gran Capitán, al modo como se narran en los textos escolares de Historia. Recuérdese: “Cien millones en palas, picos y azadones” para enterrar a los enemigos muertos. No es creíble que un súbdito de los Reyes Católicos ─por muy noble que fuera─ se expresara de esa forma tan desdeñosa y altanera.

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