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Amando de Miguel

El inglés dominante

Carlos Peraita arremete contra el uso del término colapsar para referirse al derrumbamiento súbito de un edificio, como el de las Torres Gemelas del famoso 11-S. Don Carlos sostiene que se trata de una mala traducción del verbo inglés to collapse = derrumbarse, hundirse. Pues no, señor. El verbo to collapse procede del latín, lo mismo que colapsar en español. Collapsus es el participio pasado de collabi = caerse, arruinarse, destruirse. Define colapso Manuel Seco: “deformación o destrucción brusca de un cuerpo por efecto de una fuerza”. Así pues, las Torres Gemelas se colapsaron por efecto del choque de los dos aviones suicidas. Bueno, los suicidas fueron los terroristas que los pilotaban con propósitos criminales. Las otras voces ─derrumbamiento, hundimiento─ no son tan expresivas como colapso. Ese no es un “falso amigo”.
 
Jorge Alejandro Waterhouse-Hayward de Irureta Goyena (ahí es nada), asiduo corresponsal de las Américas, me sugiere otro origen de la voz stakeholder. Copio: “En el siglo XIX hubo una racha de descubrimientos de oro en California, en la provincia [canadiense] de British Columbia y en el territorio del Yukon [hoy Alaska]. Los mineros indicaban los límites de sus terrenos con estacas o stakes. Un stakeholding era, por tanto, un pequeño campo en donde uno buscaba el metal áureo”. Interesante. Tomo nota. Añado algo por mi cuenta. Desde luego, la voz stake la utilizaban mucho los buscadores de oro que iban a California y otras regiones del Pacífico norteamericano en el siglo XIX. En esa jerga minera grubstake era la provisión de abarrotes que necesitaban para su empresa aventurera. El lote incluía pico, pala, cacerolas, mantas, harina, azúcar, café, bacon y demás comestibles (grub en la jerga, literalmente las lombrices que comen los pájaros). Todo eso era bastante barato. Lo caro era el caballo y el rifle. El verbo to stake significaba aprovisionarse, en el sentido de los armadores de los barcos. El negocio era que los comerciantes adelantaban esas provisiones a los mineros con la promesa de una comisión de las ganancias que iban a obtener con el oro. Así pues, esos arriesgados comerciantes fueron los primeros stakeholders. Estaban muy interesados en que las empresas les fuera bien a los mineros. Ese es el sentido que aproximadamente tiene hoy en la jerga económica. Así pues, nada de “estacas”.
 
José Antonio Sobrado me da la exacta significación de stakeholders en la parla económica actual: “Grupos de interés, sectores o sujetos interesados, partes interesadas… tanto en el ámbito económico y de los negocios como en un ámbito más general, incluido el político”. Exacto. Lo que pasa es que la palabra “interesado” en español acarrea un deje despectivo; en inglés, no. Es la diferencia que va de un mundo de hidalgos a una sociedad de comerciantes. Por cierto, también comerciante (y no digamos mercader, mercachifle, intermediario, trujamán, feriante, negociantes, traficante, especulador, tratante, tendero, hortera) tiene un tono afrentoso.
 
Enrique Borrajeros me sugiere que la traducción de stakeholder sea “especulador”, en contraposición al shareholder (“accionista”). Desde luego, ambas voces se contraponen por su proximidad sonora. Todavía más si decimos stockholder (“accionista”). Pero “especulador” lleva en español la inevitable carga despectiva.
 
Ya que estamos con etimologías, Enrique Borrajeros da en el clavo al identificar la expresión “ser de la partida”. En Italia essere della partita lo emplean las gentes del fútbol para indicar la disponibilidad, física o anímica, de los jugadores para participar efectivamente en el partido. No me extrañaría nada que lo de la partita en italiano sea una herencia del español partida (la de bandoleros, claro).
 
Jaime Solís aporta una definición precisa de stakeholders: “Todos los que tienen algún interés en la empresa. No solo los accionistas, sino también los tenedores de la deuda, los empleados, los proveedores, e incluso los clientes”. Yo añadiría el Fisco y los sindicatos. Don Jaime traduce stakeholder por “tenedor de intereses”. Repito la desgracia del sentido despectivo de “intereses”, y más todavía en plural (“los intereses creados”). Mejor sería los “participantes”, los que toman parte, pero no cuajará.
 
Mi convecino Fernando García Sáez echa su cuarto a espadas con lo de stake. Para él significa apuesta, toma de posición o de riesgo, influencia, etc. en una empresa mercantil. Su traducción de stakeholder es “toma de posición de acciones”. Demasiado largo. Insisto: “partícipe” o “participación”, como cuando jugamos a la lotería con otra persona. Cesar Espinel, de la Asociación Española de Traductores apoya lo de “partícipe” o “participación”.
 
Pablo Díaz-Sanfeliu traduce stakeholder por “cliente”. No me convence. Hay más correos sobre el particular. Es imposible contestar a todos. Me congratulo de que el asunto haya despertado tanto interés.
 
Rogelio Díaz Silva observa que cunde la expresión “la mayoría de españoles” u otras parecidas en la que desaparece bonitamente el artículo. Estoy conforme en que debe ser “la mayoría de los españoles”. En general, hay una tendencia a suprimir los artículos determinados, por lo mismo que crece la propensión a añadir los indeterminados. Por ejemplo “Una Historia de España” como título de un libro o una película. Es evidente la influencia anglicana de todas esas supercherías. Mariano Rodríguez es otro que se queja de la supresión de los artículos. Aduce estos ejemplos: “jugar a cartas” y “pasar por quirófano”. Añado: “subir a dirección”, “jugar fútbol”.

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