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Amando de Miguel

El inglés engañoso

Nada como saber poco inglés para introducir anglicismos en el habla cotidiana. Para qué nos vamos a engañar; el inglés es el latín de nuestro tiempo. Es lógico que se entrometa en todas las demás lenguas, también en el castellano. Por cierto, llamarlo “español” es más bien por influencia del inglés, aunque también se puede advertir que el castellano es la única lengua común a los españoles.
 
Los castellanoparlantes deben aprender todo el inglés que puedan, pero sin dejarse asaltar por las equivalencias engañosas de algunas voces inglesas. La confusión suele proceder de que el inglés también se alimenta del latín nutricio, pero a veces por caminos tortuosos, un tanto cultistas. El asunto está estudiado por algunos curiosos, a quienes hemos de agradecer sus obras. El primero en hacerlo fue José Merino, con su Diccionario de dudas inglés-español (Madrid: Paraninfo, 1971). Tenemos el más completo Diccionario de falsos amigos, de Marcial Prado (Madrid: Gredos, 2001). Mi corresponsal Gustavo C. Carrasco me envía un texto sintético y utilísimo, El inglés engañoso (editado por él mismo). En todos los casos lo que tenemos es un vademécum de palabras que despistan porque en inglés significan cosa distinta de lo que parece. Por ejemplo, salvage no es “salvaje”, sino “salvamento”. Harán bien los lectores de esta seccioncilla si se proveen de alguna de las obras mencionadas.
 
A veces suponemos una influencia del inglés que no es real. Por ejemplo, Juan Gómez-Canseco (profesor de español en Gainesville, Florida, donde yo residí un año) vuelve con lo de “oxímoron” o “hacer los deberes”. Considera don Juan que se trata de términos ingleses. No lo creo yo así. El oxímoron procede de la Retórica latina; indica la confluencia de calificaciones contradictorias. Lo de “hacer los deberes” se emplea mucho en inglés, pero quizá provenga del francés. Sostiene mi ilustrado comunicante que la denominación de “Cayo Hueso” es una engañosa traducción de Key West, un famoso arrecife en la costa de Florida. En mi opinión bien podría ser al revés, que los españoles llamaren en primer lugar “Cayo Hueso” a lo que los norteamericanos tradujeron después como “Key West”. Me parece más verosímil la segunda versión. “Cayo” es palabra originariamente francesa (banco de arena) que los españoles adaptaron como arrecife. En inglés dio “cay”. Lo de “Key” es una corrupción. Ya es raro que no se diga “West Key”, si el cayo es el sustantivo. En cambio, en español es lógico que se dijera “Cayo Hueso”, no “Hueso Cayo”. Es un suponer, claro está, sin mayores averiguaciones náuticas por mi parte. Estamos ante un buen ejemplo del español engañoso para los angloparlantes.
 

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