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Amando de Miguel

El lenguaje de los medios

Víctor Baca Oneto comenta que resulta muy entretenido escuchar a los comentaristas deportivos. Entran a saco en el idioma y se inventan palabras y significados con la mayor frescura. Don Víctor pone como ejemplo el adjetivo mítico. De tanto aplicarlo, se está desgastando. El mito es también una imagen magnificada de algo o de alguien. No se puede creer que cualquier jugador de fútbol de tres al cuarto vaya a ser mítico. Aconsejo a don Víctor un capítulo del libro de León Deneb, La rebelión de las máscaras (Biblioteca Nueva) que trata precisamente sobre el lenguaje de los comentaristas deportivos, especialmente los del fútbol. Es sencillamente maravilloso, el libro y el lenguaje.
 
Luis A. Alonso se asombra del nuevo sentido que se da en la jerga deportiva a la voz culpable. Así, “se presenta al jugador más destacado como el culpable de la victoria”. Ya sabíamos que se estaba deteriorando mucho la noción de culpa, pero no hasta el punto de pasar a significar lo contrario de lo que ha sido siempre. Añado que pasa algo parecido con la voz cómplice. De ser el colaborador de un delincuente, pasa a significar el que está enamorado de alguien o cosa parecida.
 
En los distintos medios, al hablar de incendios o de otros accidentes, ya no hay cuerpos, plantas, casas o vehículos que se queman. Ahora quedan calcinados, es decir, abrasados por completo. Realmente la más de las veces se queman o se carbonizan, pero es igual, la noticia es que aparecen calcinados. Lesmes García Caballero (Sevilla) se queja de esa reiteración en los medios. Tiene razón; resulta cansina. Peor es cuando dicen que se ha producido una deflagración, dando a entender que ha sido una intensa explosión. Como es sabido, la deflagración quiere decir realmente que ha habido llamarada sin explosión.
 
Clotilde Estévez me envía una crítica para los que leen noticias ante las cámaras o los micrófonos (“incluida la COPE”, especifica). A doña Clotilde le resulta molesto que esos periodistas no hagan las pausas correspondientes, como si tuvieran mucha prisa. En televisión ese vicio procede de esa máquina infernal llamada autocue (pronúnciese autoquiú hasta que la importemos del todo). En la radio he visto que algunas personas, antes de leer el texto, colocan unas rayitas para indicar dónde debe descansar la voz. Para mí el peor vicio no es ese, sino el de comenzar muchas noticias con una y copulativa que no viene a cuento.
 
Tomás G. Muñoz (Marbella, Málaga) registra en un telediario lo de “varios guerrilleros se autoinmolaron”. Comenta don  Tomás con gracia: “¿Se habrán suicidado dentro de un coche?”. Basta, pues, con inmolarse y suicidarse. Lo de “guerrilleros” es para no llamar asesinos o criminales a quienes lo son. A veces son también “insurgentes”, “rebeldes” o “independentistas”.
 
En un programa informativo, al comentar un accidente de tráfico, el periodista señaló que “no hubo que lamentar víctimas, aunque sí tres heridos graves”. La contradicción no se le escapó a Manuel (ilegible). Recuerdo que víctima es cualquier persona (o animal) que recibe un daño por un accidente, una calamidad, un suceso violento. A veces se dice “víctima” (mortal) para no tener que decir “muerto”. En los medios ya no hay muertos sino fallecidos.
 

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