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Amando de Miguel

El lenguaje tertuliano

Yo he recibido los cumplidos más gentiles por mi papel de tertuliano pero también los insultos más soeces. Todo depende de la predisposición del espectador que me juzga. Misterios de la comunicación.

Gabino Fernández Baquero se hace eco de una especie de humorada, en forma de decálogo, en la que describía yo algunos de los tics de los tertulianos más afamados. Era una caracterización ideal o simulada, pero don Gabino asegura que personifica muy bien la conducta de José María Calleja. Y añade: "¡Qué plasta de hombre, Dios mío!". No diría yo que no, pero mi propósito era más general.

Se trata de los hábitos que distinguen el léxico de los tertulianos de la radio o de la tele. Quise hacer un perfil irónico del tertuliano especialmente conspicuo, verborreico y aficionado a lugares comunes. Podría ser yo mismo o cualquier otro de mis contrincantes. Desde fuera se nos distingue por nuestra obsesión por hablar más que los demás. Por esa razón tenemos que recurrir a voces o expresiones estereotipadas. De esa forma tenemos más tiempo para pensar. Por ejemplo, podría añadir dos palabras que son verdaderos comodines, que se dejan caer a troche y moche en las tertulias: contundente y transversal. Lo contundente asegura en principio una actitud o un gesto violentos, indiscutibles, pero quien enuncia ese talismán quiere significar más bien algo ponderativo. La contundencia es, por ejemplo, "poner algo encima de la mesa", se entiende, simbólicamente, para discutir. Lo bueno es que lo contundente puede significar tantas cosas que al final no quiere decir nada. Ahí está precisamente su utilidad en los debates, declaraciones y tertulias. Algo así se podría decir también de transversal. Añádase la locución lo que es. Una buena decisión de lo que es un político será siempre contundente y transversal. Son voces polisílabas y misteriosas. Un argumento definitivo para un contertulio es: "Ese es otro debate". Ante ese juicio, hay que callar.

Francisco Moreno Doncel me envía un poema satírico sobre los tertulianos. Acompaño solo los primeros versos: "Yo quiero ser tertuliano/ esa voz que en sociedad/ por las mañanas temprano/ contando va su verdad/ a este pueblo soberano./ Quiero llevar a las ondas/ mis refulgentes ideas,/ para que surjan orondas/ en todas las asambleas,/ mítines y trapisondas". Comenta don Francisco que la frasecita que yo criticaba ("poner negro sobre blanco"), tan querida de los tertulianos, no es más que una vil copia del inglés to put it black and white, cuya traducción correcta es "ponerlo por escrito". Ahí está la gracia. El tertuliano que yo digo, verborreico y aficionado a los lugares comunes, dirá siempre "negro sobre blanco". Queda más misterioso o más poético.

Jesús Juan López comenta esas parejas de verbos de difícil significación que yo comentaba: oír-escuchar, mirar-ver. Tiene razón don Jesús: escuchar es disponerse a oír con atención; mirar es disponerse a ver con atención. Sin embargo, mi comunicante anota una pequeña excepción: ver la televisión quiere decir que realmente la miramos con cierta atención. La prueba es que, si no nos satisface, cambiamos de canal. Lo curioso es que ha casi desaparecido la acción de oír cuando nos referimos a cualquier parlamento por la radio o la tele. Todo eso lo escuchamos. La confusión continúa.

Lo bueno de las tertulias es que todos podemos opinar; lo mismo que sobre los deportes. Por eso los tertulianos o los deportistas caen bien o mal; esa opinión, distinta para cada espectador, difícilmente se puede modificar. Yo he recibido los cumplidos más gentiles por mi papel de tertuliano pero también los insultos más soeces. Todo depende de la predisposición del espectador que me juzga. Misterios de la comunicación.

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