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Amando de Miguel

El mito de las primarias

Llama la atención el impulso de imitar a los Estados Unidos por quienes detestan a ese país.

Se entiende, las elecciones primarias, un rito típicamente norteamericano. Llama la atención el impulso de imitar a los Estados Unidos por quienes detestan a ese país. En España cunde ahora la moda de este sistema de elegir los candidatos de los partidos. Se resuelve sin ningún criterio crítico y, lo que es peor, sin sentido del ridículo.

El método de las elecciones primarias tomó un decidido impulso en los Estados Unidos a finales del siglo XIX por iniciativa de Theodore Roosevelt, líder de Partido Progresista. Era un partido particularmente corrupto y oligárquico. Hoy se realizan elecciones primarias en casi todos los estados y por parte de los dos grandes partidos de los Estados Unidos. Son compatibles con el sistema de los caucuses o convenciones internas de los partidos. En ambos casos los medios de comunicación tienen una gran influencia.

En los Estados Unidos hay varios sistemas de primarias. Lo fundamental en todos ellos es un registro público en donde los electores pueden apuntarse a uno u otro partido. No hay propiamente militantes de los partidos, ni estos son instituciones tan establecidas como en Europa. Son más bien oficinas electorales. Desde luego, no reciben fondos públicos, sino donaciones privadas (deducibles de impuestos), cada vez más controladas para evitar corrupciones.

El sistema ha recibido muchas críticas, sobre todo por el peso tan desproporcionado que tienen los medios, singularmente la televisión. Las primarias empiezan en New Hampshire y Iowa. Son dos estados pequeños, pero que por eso adquieren un peso desproporcionado en la opinión.

La imitación de las primarias en España no puede ser más grosera. En lugar de un registro público de votantes, solo hay listas muy dudosas de militantes, que controla cada partido. En la práctica, las primarias entre nosotros se transforman en una suerte de asambleísmo descontrolado, en el que pesa la oligarquía de cada partido. No es infrecuente que se celebren primarias con un solo candidato. Estamos ante el bodrio del ludibrio del manubrio.

En los Estados Unidos los candidatos a candidatos se dan a conocer a través de los medios. Pero deben aportar un record, una especie de cursus honorum de su biografía política. En España no hay nada de eso. En los Ayuntamientos de Madrid y Barcelona hemos visto cómo se puede pasar del trabajo en las manifestaciones callejeras a un alto cargo. Encima, ha aparecido el nepotismo más descarado. En tales condiciones, qué más da que haya primarias o no.

El sistema continental europeo es que los partidos promueven a sus candidatos sin necesidad de un simulacro de primarias. Son organizaciones ideológicas bien trabadas, que pueden seleccionar con eficiencia a sus candidatos. Claro, en España tenemos que ser diferentes.

En España

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