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Amando de Miguel

El nombre exacto de las cosas

Son muchas las palabras que entran en el lenguaje público como una especie de comodines que sirven para un roto y para un descosido.

La expresión es del pulquérrimo Juan Ramón Jiménez. Es una buena divisa para el placer este de buscar la palabra precisa. Pedro Manuel Araúz saca punta a mi observación de que hay muchas voces insultantes que comienzan con z. Así, decía yo, zorra. Don Pedro Manuel aduce la jurisprudencia para demostrar que no tengo razón. Nada menos que "ese genio de la judicatura que es el juez Olmo" en sentencia famosa determinó que un marido no había insultado a su mujer llamándola "zorra". El benévolo juez razonó que "zorra es un animal que se distingue por su astucia". Vamos, que casi fue un piropo. Estamos ante un notable caso de machismo en el lenguaje. Zorro equivale a astuto, inteligente; pero zorra es un ñoñismo para puta.

Gabino Fernández Baquero se pregunta cómo hemos de nombrar la acción novedosa del Papa que ha dejado de serlo libre y voluntariamente. Lo de dimisión le parece rebajar al Papa al nivel de un concejal de festejos. Lo de abdicación parece que se reserva al Rey. La renuncia nos lleva a un acto tan trivial como no recoger el premio de una tómbola. Así que don Gabino propone abrenuncio, que suena a algo eclesiástico. Efectivamente, abrenunciar es un arcaísmo curialesco para indicar que se abandonan las pompas y vanidades de este mundo. Más pompa y vanidad no cabe en el Papado. Así que el Papa abrenuncia a seguir pastoreando la grey más numerosa de los católicos en el mundo. El de Ratisbona (un intelectual puro) se habrá quedado patidifuso al ver cómo son los entresijos del Vaticano. Volveremos a tener un Papa profesional, un italiano.

Ignacio Frías protesta contra el abuso de la voz mantra, que se nos cuela ahora por todas partes y que no pertenece a nuestra cultura. Don Ignacio propone que acudamos a una palabra muy nuestra: cantinela. Es algo que se repite de forma continua y monocorde. Añade que los italianos dicen ritornello. Mi propuesta es que digamos letanía, que también es una repetición de índole religiosa como los mantras. Si la cosa se pone más pesada aún, podríamos recurrir a tabarra, monserga o matraca. Supongo que la moda del mantra no procede de la India sino del politiqués angloparlante. Tiene la ventaja de lo exótico. Naturalmente, el mantra no es lo que repite uno sino lo que repiten los demás. En ese caso la reiteración significa que se trata de una especie de mendacidad.

Son muchas las palabras que entran en el lenguaje público como una especie de comodines que sirven para un roto y para un descosido. Por ejemplo, referente. Es algo así como el modelo en el que hay que mirarse. Pero un modelo porque se habla de él, porque es algo así como famoso o renombrado. Así pues, los referentes son un producto de nuestra sociedad dominada por lo audiovisual, por la imagen. Tenemos también fortalezas, que son las ventajas que presenta una acción o una institución. Supongo que procede de la jerga de los hombres de negocios, a los que siempre les ha atraído la metáfora bélica. Antes eran capitanes de industria. Hoy planean estrategias y se mueven por objetivos. Lo suyo es dar la batalla de la productividad, o mejor, de la competitividad.

Han adquirido mucho prestigio los verbos que empiezan con la partícula con. Por ejemplo, conformar, conllevar (en el sentido de suponer), concernir, concertar, concienciar, conciliar, conectar, condicionar, consolidar, constatar, contextualizar, contemplar. Hay más. La partícula con añade a esas acciones una gran respetabilidad. Si uno quiere triunfar en la vida pública debe aprestarse a espolvorear en sus declaraciones muchos verbos que empiecen por con

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