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Amando de Miguel

El nuevo estilo de gobernar

En el experimento de Andalucía se ha ensayado una fórmula, que ahora se aplica en toda España.

Se acabó la fórmula política de la Transición: gobernaba un partido de la izquierda o de la derecha con el vergonzante apoyo de los nacionalistas vascos o catalanes. Ahora pasamos al esquema del tetrapartido nacional más algunos restos más o menos fulanistas. Los líderes de todos ellos se odian cariñosamente. No se vislumbra cómo pueden formarse unos Gobiernos estables.

Cabe el subterfugio de que gobierne el partidos más votado con "apoyos puntuales" de algunos otros. Pero todo el mundo sabe que eso no funciona; son ganas de entretener al personal. Por lo menos la cosa no es tan sencilla como parece.

En el experimento de Andalucía se ha ensayado una fórmula, que ahora se aplica en toda España. Se trata de que gobierne el partido más votado y de que los demás presenten propuestas para que se cumpla una parte de sus respectivos programas. Por ejemplo, el partido gobernante debe firmar un pacto contra la corrupción. Pero, en el caso de Andalucía, ¿cómo un Gobierno del PSOE va a firmar tal cosa cuando no ha mucho cometió el latrocinio de la mina de Aznalcóllar? Es como si los rateros de Oliver Twist acordaran mantener un comedor de Cáritas. En todo caso, el sistema podría valer si hubiera en liza solo dos partidos; pero hay cuatro. ¿Qué pensarán los electores del partido A cuando vean que, al gobernar, acepta algunos puntos de los programas de los partidos B,C o D? ¿No convendría haber pactado antes de las elecciones?

Los optimistas suelen argüir que también en Francia o en Italia sucede a veces que hay momentos sin Gobierno, ya que no se logran los necesarios pactos entre los partidos. Pero la diferencia está en que en esos países hermanos hay una burocracia profesional que llega hasta el equivalente de los directores generales de los ministerios. Aquí padecemos el modelo opuesto: la profusión de cargos políticos (electos o a dedo) en todos los escalones del organigrama de la Administración Pública. Creemos que por elegir a miles de concejales van a saber administrar los caudales del erario. No digamos si con cada cargo electo se multiplican los asesores. Es curioso que exijamos arduas oposiciones a los funcionarios y, en cambio, nos fiemos de los políticos, incluso de los que nunca han dirigido nada con un presupuesto público.

Siempre habrá algún eurito que cantará las bondades de la "circulación de las elites". Es decir, dejemos que entren a gobernar los que carecen de experiencia administrativa o directiva. De acuerdo, pero para ello se necesita que previamente sean elites, al menos que sepan algo de la materia que van a tratar. Mucho me temo que la condición no pueda ni plantearse.

Lo más peregrino de toda esta historia es que van a tener que pactar unos políticos que en el fondo se proponen acabar con el sistema democrático que nos hemos dado. Esa sí que es una aporía insoluble. Lo siento por los socialistas que van a tener que tragarse ese sapo. Pero no harán muchos ascos. Lo fundamental es mandar. Siempre me ha parecido una inconsecuencia el razonamiento de que el ejercicio del poder político es incompatible con la vida familiar. ¿Cómo, entonces, hay tantos candidatos a mandar?

En síntesis, la ingobernabilidad de la democracia española alcanza un índice de 7,3 en la escala Richter.

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