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Amando de Miguel

El origen del habla popular

Son docenas y docenas los emilios que me llegan sobre la cuestión del SPA. Por lo visto, no viene de la ciudad belga de Spä (como yo decía), sino que es un acrónimo muy conocido. Confieso mi ignorancia. Apunto algunas versiones con el libertario correspondiente:
 
1. Sánitas Per Aqua (José Ramón Casal, Boadilla del Monte, Madrid)
2. Salus Per Aquam (Luis G. Casado), (José Manuel Monzón), (Luis Argüello)
3. Salut Per Aquam (Gustavo)
4. Salute Per Acqua (Miguel A. Taboada, Castellar de la Frontera, Cádiz)
5. Salud Por Agua (Francisco Romero)
6. Salutem Per Aquam (Paz Cabero), (José Mª Márquez Soto)
7. Salus Per Aqua (Eduardo Fungairiño(, (Giacomo)
8. Salute Per l’Acua (Carlos Hernández-Canut; admite también la num. 2).
 
Me quedo con la núm. 2, pero, como puede verse, hay poco acuerdo en la equivalencia del famoso acrónimo. Dudo que lo sea, pero la opinión ilustrada de los libertarios es la que es.
 
Paulino Serrano Valera anda intrigado con la voz ambulancia. Ha encontrado en su casa un “viejo anuncio de un estudio fotográfico que asegura dispone de ambulancia con personal inteligente”. Le diré lo que sé, que es poco. El origen está en ambular, un cultismo del siglo XVII, que era tanto como caminar o pasearse. Procede del latín ambulare. La voz ambulante no aparece hasta el siglo XIX, seguramente aplicada a los fotógrafos que iban con la cámara oscura a cuestas. Sus fotografías no eran tan buenas como las de estudio. En el Diccionario de modismos de Ramón Caballero (1905) se considera “ambulante” como “lo inseguro o indeterminado”. Antes de eso, en el Diccionario de Roque Barcia, de 1880, se dice que ambulancia es un término militar para designar la instalación donde se curan a los heridos en una batalla. Puede que la voz ambulance la incorporara Florence Nightingale, la fundadora de las labores de enfermería con ocasión de la Guerra de Crimea en 1845.
 
Gonzalo Díaz Granda se irrita por el abuso del verbo protagonizar, que ahora es un comodín. Me comunica “una noticia de prensa en la que un golfista español ha protagonizado una jornada desvaída”. Tiene razón el libertario. Protagonistés en griego alude al que es el primero en un combate, una competición, una obra de teatro. Puede haber varios protagonistas, pero siempre pocos, los que van en cabeza. Desde luego, es absurdo identificarlos con los del montón, con los perdedores. Lo que me encocora es lo de “la lluvia ha sido la protagonista”.
 
Armando Centurión Prieto anda intrigado con el origen de Jauja. No tengo ninguna duda. Los españoles descubrieron en el Perú un valle riquísimo, Jauja o Xauxa (la equis se pronunciaba como jota o algo parecido), hermoso, fértil y abundante en minerales. Es un poco como Babia o las Batuecas. Son palabras deonomásticas para indicar la ilusión de abundancia, de hermosura. El español, siempre tan realista, imagina que lo bueno no existe. La expresión desengañada es “¿Tú que te has creído, que esto es Jauja?”.
 
Fernando Alonso Castellanos da cuenta de un conocido de su pueblo. Todos lo llaman “Osana”. La explicación es que su padre se llama David. Ya se sabe, “¡Hosannah al hijo de David!”. También en su pueblo se utiliza mucho el verbo cingar, que no viene en los diccionarios. Equivale a mover un objeto para que otros caigan. Es lo del árbol y las nueces de Arzallus. Añade don Fernando que ese verbo “tiene también su forma reflexiva: cingársela. Concluye que es “entretenimiento más placentero e incruento que bien debería recomendar el ex aitá a sus muchachotes para quemar energías”. No se me solivianten los libertarios puritanos, que de todo hay. Este es un corralillo de pueblo.
 
Javier Aymerich ha emprendido una incruenta cruzada léxica para recuperar los nombres castizos de las cosas. Por ejemplo, aduce horuelo, un estupendo asturianismo para designar a los lugares donde se reúnen festivamente los mozos y las mozas. Como discoteca, pero en autóctono. Don Javier propone asimismo la recuperación de amancebarse que ahora sería “irse a vivir juntos en lugar de casarse legalmente”. Espero más iniciativas.
 
Luis Jesús Hernández Amo (Valladolid) proporciona un vasliosísimo vocablo de su pueblo: jurupear (= deambular de un lado a otro sin hacer nada sustancioso). Según él, se adapta muy bien a lo que hacen muchos jefes; se pasan la jornada jurupeando. Queda incorporado a nuestro Diccionario Suplementario Libertario (el famoso DSL).
 
Recibo algunas precisiones sobre ese verbo maravilloso de plegar que dicen los catalanes y que se ha introducido en el castellano. J. A. Martínez Pons añade que en Mallorca se decía aplegar (= recoger). Mª Concepción Fernández López (Lugo) recuerda que en la escuela decían “recoger”, en el mismo sentido de dejar la función lectiva hasta el día siguiente. Añade que en Pamplona se dice “ir de recogida”, que es terminar el paseo o la juerga. También aduce que en Galicia se dice “para un pouco” en el sentido de dejar de trabajar por el momento.
 
Juan Evangelista Martín Martín (Aldeadávila de la Ribera, Salamanca) se refiere a algunas peculiaridades léxicas de su comarca (las Arribes), donde se habla tan buen castellano. Lo certificó Unamuno. Por ejemplo, llevar a un niño a hombros esal pirigalloy a la espaldaa las costrinas. Comenta don Juan Evangelista si no sería más propio que escribiéramos “Lengua Castellana” con ambas mayúsculas. Pase como título de un libro, de una asignatura. Pero se trata de nombres comunes. Por tanto, requieren minúsculas. Es en inglés donde los gentilicios se escriben con mayúscula:the Spanish language.

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