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Amando de Miguel

El ritmo espasmódico del verano

¿No quedamos en que durante el verano aumentan los suicidios? También los suicidios políticos.

¿No quedamos en que durante el verano aumentan los suicidios? También los suicidios políticos.
Flickr/Emilio García

Lo manido es concluir que el verano es el tiempo del dolce far niente, es decir, de no hacer nada, echarse la siesta y mantenerse en reposo. Nada de eso. Los meses estivales son los de más intensa actividad en todos los sentidos.

Para empezar, nos quejamos del calor veraniego, pero la organización cósmica fue tan generosa con los habitantes del Hemisferio Norte que es el momento en el que la Tierra se halla más alejada del Sol. Así que, en igualdad de otras condiciones, los veranos del hemisferio septentrional son menos calurosos que los del austral; y los inviernos más fríos, claro está.

El hecho comprobado es que los españoles aprovechamos cada vez más los meses de julio, agosto y septiembre para viajar, movernos en todos los sentidos, casarnos, descasarnos, cambiar de casa o de muebles y todo tipo de apresuramientos. Es la época en que menudean más los accidentes de tráfico, por la sencilla razón de que hay más vehículos en la carretera, a los que se añaden los de los turistas. Así mismo, es el momento en el que las estadísticas registran más homicidios y suicidios. Desde tiempo inmemorial se han concentrado las fiestas y ferias en el periodo de julio a septiembre. Con ocasión de las vacaciones a los españoles nos entran unas ganas inaplazables de visitar a los parientes o los amigos, estén donde estén. En el plano de la vida pública, de España y de otros países de nuestro hemisferio, el verano resulta propicio para revoluciones, independencias, golpes de Estado, batallas, invasiones, etc.

La explicación de tales coincidencias se debe seguramente a que el ritmo circadiano se acelera en el estío. El hecho es que los días son más largos, hay más luz y se recogen muchos frutos del campo. Muchas de las actividades que indico responden simplemente a la inercia de cuando la sociedad era fundamentalmente campesina. Pero la sociedad actual ha propiciado el viaje espasmódico, gracias a que los transportes se han abaratado y se han facilitado de modo considerable.

Los calendarios nos señalan que el año finaliza en diciembre. En el plano mental, subconsciente, el año finaliza realmente en septiembre. No es casual que los judíos o los chinos se refieran al año nuevo por esas fechas. Así pues, al igual que acostumbraban nuestros antepasados campesinos, a finales de septiembre, allá por San Miguel, hacemos todos balance. Los escolares lo tienen muy claro: se disponen a empezar el nuevo curso académico. El verano es, pues, la despedida. En el mundo de los negocios se sigue cada vez más ese mismo ritmo: en septiembre se revisan los objetivos del año anterior y se planean los nuevos. De manera más clara es así en las empresas relacionadas con la comunicación. En el verano concluye el año fiscal y empiezan a contar los plazos para el ejercicio del año siguiente.

No nos extrañe que la Generalidad catalana, lejos de hacer vacaciones, se disponga este verano a darnos la tabarra con la preparación de los fastos de la independencia. Lo curioso es que se apoya para ello en el Derecho Internacional, con lo cual implícitamente considera que Cataluña es una colonia. Parece una presunción vergonzosa. ¿No quedamos en que durante el verano aumentan los suicidios? También los suicidios políticos.

La asociación del verano con el descanso y las vacaciones laborales mantiene en España muchas excepciones. Nuestra economía turística realmente hace su agosto en el periodo estival, en el que el ejército de camareros y similares se dispone a acumular horas extra. Lo mismo ocurre con los bomberos y afines por mor de los incendios forestales. No digamos con el trabajo asociado a los cientos de miles de piscinas. De menor relieve es la labor intensa de los escritores que aprovechan los meses veraniegos para ultimar sus manuscritos. Total, que lo de las vacaciones de verano es muy relativo para mucha gente.

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