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Amando de Miguel

El triunfo del eufemismo

Lo del concurso de descubridores de eufemismos tiene cada vez más participantes. Juan H. Kuers (Madrid) se dedica al mundo canino. Se asombra del uso reiterado que se hace de perras vaciadas u operadas para no tener que decir “castradas”. Asimismo me avisa de que se generaliza el adjetivo moreno para no tener que pronunciar el vitando negro. Pero, añade mi corresponsal, que hay personas morenas que están muy lejos de ser negras. Don Juan interviene en la lejana discusión sobre la palabra “pingo”. Según su experiencia, en Madrid al menos, los “pingos” son ropas o “trapos” en el sentido de prendas de vestido, a veces con un sentido afrentoso, un si es, no es irónico.
 
Alfredo Llaquet Alsina (Pueblo Nuevo, Barcelona), al referirse al concurso de eufemismos, me señala que su novia lo llama “osito”. Me parece muy bien. Es un apelativo cariñoso porque don Alfredo es gordo y seguramente muy tierno. Recuerdo que es un clásico de los corresponsales de esta seccioncilla. Lo de “osito” con esa intención afectiva podría ser una voz hipocorística. Los eufemismos del concurso son equivalencias afectadas que emplean los hombres públicos. Para el concurso de eufemismos grandilocuentes y afectados Juan Pablo Fernández Rubio aporta lo de “los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado”. Con lo fácil que sería decir “la Policía”.
 
Me siento abrumado de la cantidad de sugerencias que hay para el concurso. Tiene muchos puntos la que presenta José Antonio Tovar. Es una expresión de don Emilio Benito, portavoz del SAMUR madrileño. Se refería a una persona que había muerto, circunstancia que, incluso en su profesión, resulta vitanda. En su lugar dijo que “el accidentado presentaba lesiones incompatibles con la vida”.
 
Los eufemismos para describir a los terroristas o sus acciones son abundantes. Así muchas veces los terroristas no son criminales o asesinos, sino piadosamente guerrilleros, etarras, radicales, luchadores de la libertad, independentistas, resistentes, insurgentes… Francisco Javier Bernard recoge una variante sutilísima. En algunos medios, cuando los terroristas asesinan a los rehenes, se dicen que los ejecutan. Así suena más limpio. Tradicionalmente, solo los tribunales competentes mandan ejecutar al reo, allí donde es legal la pena de muerte. La cosa viene del Derecho Romano, institución harto lejana a lo de las actuales bandas de facinerosos.
 
José Fernández-Quevedo Egocheaga se alarma: “¿Qué me dice usted del W.C. o Water Closed, que los ingleses no tienen ni idea de lo que significa y nosotros lo ponemos en todas la puertas de los baños en cafeterías y restaurantes?”. Siempre tuvo un nombre eufemístico o pudibundo lo que en su día fue retrete (un italianismo) o excusado. Las siglas W.C. se prestan a ello. La gente pronuncia “váter”. Los ingleses sí saben lo que es el water closet, literalmente el cuartito del agua. Parece más inglés lo de water closed, pero nadie lo conoce por ese nombre. Otro eufemismo es el rest room (cuarto para descansar) que don José cita acertadamente para los norteamericanos. También dicen el Jhonny (Juanito). Nosotros decimos ahora los “servicios”, como si los demás que ofrece el restaurante o el hotel no lo fueran. Apunten para el concurso esta perla que me proporciona Octavio Fernández. En algunos anuncios el colchón de látex aparece como “baste terapéutica de descanso”. Se podría añadir la versión lúdica: “base terapéutica de refocile”.
 
Manuel Parra Palacios se extiende sobre un asunto que nos asalta por todas partes. Es lo del adjetivo “presunto”, que se aplica a troche y moche. Sostiene don Manuel que “ni los delitos son presuntos ni tampoco las consecuencias”. Es más, sospecha que lo de “presunto” se convierte muchas veces en una justificación del delincuente. Estaríamos, pues, ante una manifestación más de los eufemismos socialmente convenientes. Tiene razón. En rigor, calificar a una persona de “presunto delincuente” es un acto procesal que corresponde al juez, al fiscal o a los abogados. Fuera del círculo togado, los legos nos podemos ahorrar el “presunto” en muchas ocasiones. Desde luego, por cortesía, podemos calificar de “presunto” al evidente autor de un delito todavía no conocido, pero no al delito mismo. Tampoco son presuntos los convictos de algún crimen.
 

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