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Amando de Miguel

En el principio fue la acción

Respecto a la distinción entre las dos formas de pasado (pretérito perfecto o pretérito indefinido), Francisco Niño Aragón (Martos, Jaén) nos recuerda la norma: “Cuando lo que se dice que pasó ocurrió en la misma unidad de tiempo en que se dice, se utiliza el pretérito perfecto: Hoy he comido en casa. Cuando lo que se dice que pasó ocurrió en una unidad de tiempo distinta de aquella en la que estamos, se usa el pretérito indefinido: Ayer comí en casa”. Estupendo. Todo eso está muy bien. La duda surge cuando no está claro el final de la unidad de tiempo. Esa duda se presenta, por ejemplo, cuando se describe, desde el presente, lo que hacen las personas en un tiempo pasado. O también cuando el tiempo actual puede ser parcelado. Esa es la operación que hace un gallego cuando dice que “hoy llovió”. Se entiende que llovió y dejó de llover. De esa forma la unidad del “hoy” se alarga con cierta gracia. Al escribir ficción yo me armo unos líos tremendos con los tiempos de los verbos. No digamos cuando los historiadores escriben: “César intentará [por intentó, pero después de otra acción] conquistar Britania”. Sin embargo, la gracia del idioma es que la regla del tiempo verbal no sea fija.
 
A José Luis Anzola le llama la atención una frase muy común: “La empresa Tal se ha adjudicado el contrato Cual”. Él sostiene que sería mejor decir que “a la tal empresa le han adjudicado el contrato”. Estoy de acuerdo. El verbo pronominal es utilísimo en castellano (no existe propiamente en inglés), pero presenta el inconveniente de su carácter difuso, irresponsable. El niño que rompe un jarrón aprende en seguida que hay que decir: “Mami, el jarrón se ha roto”. Así no hay culpable.
 
A Antón Molla no le gusta la expresión “esto no se corresponde con la realidad”. Pues es bien potable. Algo que no es apropiado con otra cosa “no se corresponde” con ella. No sé dónde está la duda. De paso, don Antón es otro de los que me recuerda con acierto la diferencia entre “ayer comí” y “hoy he comido”. Insisto en que la distinción teórica es clara, pero en la práctica puede haber hermosas vacilaciones. Esta seccioncilla tendría que titularse “El valor de la ambivalencia”.
 
Manuel A. Delgado Tenorio me critica suavemente la frase que yo estampaba en un comentario anterior: “Me anima a que dedique un comentario sobre los diccionarios”. Apostilla don Manuel: “Caramba, don Amando, dedicar fue y es verbo cuyo régimen es la preposición a y no sobre… Tengo para mí que se le trabucó a usted el vocablo y que, en lugar de dedicar, quiso usted decir escribir, redactar o elaborar, verbos los tres que harían muy buenas migas con ese sobre que, de sopetón, se ha colado en su columna, como esos tragaldabas que, en ciertas ocasiones, aparecen en una recepción oficial sin haber sido invitados”. Muy ingenioso, don Manuel, pero me parece que los dedos se le hacen huéspedes. El sobre lo introduzco con toda la intención al decir “un comentario sobre los diccionarios”. Dedicar es verbo transitivo y, por tanto, se puede dedicar muy bien un comentario como cualquier otra muestra de afecto o respeto.
 
Continúa el concurso para registrar el nombre de ese pasatiempo que consiste en hacer planear las piedrecitas planas sobre la superficie del agua. C. Enrique Granados dice que en su tiempo infantil esa diversión era “hacer chipli-chapla”. Una voz natural. Es un juego baratísimo, estético, incruento, que premia la destreza. Pocos habrá tan completos.
 
Una aportación más, y esta de un paisano, sobre la palabra que buscábamos para el juego de tirar piedras planas para que rebotaran en el agua. José Félix Méndez asegura que en Zamora siempre se dijo “cortar el agua”. Me quedo con la copla.

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