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Amando de Miguel

Errores, disparates y amandismos

Jesús Ruiz-Ayúcar critica mi aserto de que el inglés tiene mucha facilidad para crear nuevos vocablos. Su argumento lo apoya en la facilidad que tiene el castellano para crear sinónimos de "cerdo" (guarro, cochino, marrano, puerco, verraco, chancho, etc.)

Félix Muradás me critica la expresión que yo dejo caer: "me viene de perillas". Tiene toda la razón mi comunicante. La expresión correcta es "de perilla". Pido perdón por mi error. El origen de esa locución es claro. Se trata de la perilla, un agarradero de la silla de montar que tiene forma de pera. Uno se agarra a la perilla como un recurso útil para no caerse del caballo. En la vida reproducimos algunas veces esa situación en la que algo nos es muy conveniente en situaciones de necesidad. En la mili me obligaron a aprender a montar a caballo, pero no pasé de las primeras aburridas lecciones. Se nota.

Hug Banyeres me dice que muchas personas le endilgan el título de "mosén", como yo también hago con todo cariño. El hombre no es cura, aunque sí organista de la catedral. Me reafirmo en que el título de "mosén" le viene como anillo al dedo. El tono de sus comentarios suele ser admonitorio y paternalista, cosa que agradezco mucho y que a veces me divierte. Por ejemplo, en su último escrito me dice: "Los franceses, señor, publican sus normas ortográficas en su BOE". Pues qué horror. Ni siquiera tendrían que ser normas, como no lo son algunas que antes lo eran. Por ejemplo, en el Metro de Madrid, cuando yo era joven, los altavoces repetían: "Antes de entrar, dejen salir". Ahora no hace falta tal orden. Simplemente los viajeros, antes de entrar, dejan salir.

Pedro Lorenzo (catedrático de la Complutense) se irrita con el uso que se suele hacer del verbo "adolecer" por parte de muchos periodistas y escritores. En efecto, no significa que se carece de algo sino que se sufre de algún defecto o dolencia. Lo que ocurre es que ambos significados están muy próximos; es lógico el contagio.

Jesús Ruiz-Ayúcar (Toledo) critica mi aserto de que el inglés tiene mucha facilidad para crear nuevos vocablos. Su argumento lo apoya en la facilidad que tiene el castellano para crear sinónimos de "cerdo" (guarro, cochino, marrano, puerco, verraco, chancho, etc.). No es un buen ejemplo. Simplemente, el castellano, a diferencia del inglés, cuenta con la facilidad para insultar de mil maneras. El pobre cerdo, por ser animal tabú para judíos y musulmanes, se presta a que lo utilicemos como un insulto. El mismo don Jesús reconoce que, en inglés, esa función de insulto se realiza con "swine", mientras que se deja "pork" para el cerdo como comida en la mesa y "pig" para el animal vivo. Búsquese otro ejemplo don Jesús. Le recomiendo la riqueza del español para las voces relacionada con los toros bravos. Claro que el inglés reserva muchas más palabras para los deportes o el mundo de los negocios. Simplemente, el "negocio" para nosotros es el negativo del ocio creador, mientras que el "business" es el estar ocupado en algo igualmente creador. El verbo "hacer" en inglés (to do o to make) se emplea abundantemente; en castellano se utiliza con mucha parquedad. Desgraciadamente, ahora los españoles "hacemos el amor" como los angloparlantes, cuando nuestros antepasados "hacían el amor" como expresión de cortejar o decir frases bonitas a la persona enamorada.

Juan José Garaeta (Málaga) me señala que en la isla de los Faisanes se reunieron los representantes de Luis XIV (no Luis XIX, como yo decía) y de Felipe IV para acordar el enlace de sus hijos. No fue un encuentro de los novios, como yo decía. Lo siento, mis conocimiento de Historia son harto livianos. Lo de Luis XIX fue un desliz tipográfico. El que escribe, se proscribe. El que cartea, se cuartea.

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