Menú
Amando de Miguel

Estafas con apariencias legales

Tengo que investigar a ver si existe alguna organización de agraviados informáticos, pero me da pereza. Decididamente, mi mundo no es de este reino.

Las mal llamadas nuevas tecnologías de la comunicación han supuesto un cúmulo de bienes y progresos, fundamentalmente la facilidad para enviar y recibir mensajes. Además, su coste es bajísimo, casi nulo, comparado con sus ventajas. No obstante, toda moneda tiene dos caras. La comunicación informática sirve también como ocasión para nuevos delitos. Relato sumariamente dos incidentes de los últimos días. Supongo que hay cientos de miles de españoles, como yo de incautos, sometidos a todo tipo de tropelías informáticas, a veces por parte de altisonantes empresas, de esas que reciben premios por su acción humanitaria. Doy cuenta de mis tribulaciones por si pudieran servir de medicina preventiva a mis fieles lectores, aunque seguramente son más duchos que yo en esto de la dichosa informática.

Me llega al ordenador un aviso inquietante. Lleva el logo amarillo de Correos, una empresa muy eficiente según mi experiencia. El aviso me dice que han devuelto un paquete del extranjero por no haberme encontrado en casa. Debo pagar no sé cuánto para recuperarlo. Cada día que pase, sube la cuenta. Antes de enviar los datos, se me ocurrió pasar por la oficina de Correos de mi pueblo. Me contaron que eran muchos los clientes que habían recibido el mismo aviso. Se trata de una miserable estafa. Podía haber picado si llego a dar mis datos de identificación o de banco.

Aún no me había repuesto del sobresalto cuando me entra en el correo el detalle de la factura telefónica. Llevo pagándola meses o años sin comprobar nada, pues ignoro cómo penetra uno en las tripas contables. Simplemente la pago por banco de forma automática. Se presume que, si domiciliamos un pago en el banco, todo lo demás será correcto. Esta vez me intrigó el hecho, más que nada porque la factura venía siendo muy alta. Llamé a un experto informático y me confirmó mis recelos. Durante mucho tiempo he estado pagando más de un euro diario por una llamada que me hace alguien innominado. Me la cobra Premium Telecom a través de Movistar. Asocio datos. Efectivamente, todos los días, desde hace tiempo, recibo una llamada a través en mi móvil ofreciéndome películas, supongo que pornográficas en algún caso. Ignoro cómo puedo eliminar ese incordio. Simplemente, apago el mensajito. No solo aparece en la pantallita, sino que se acompaña de un pitido muy molesto. El técnico me dice que lo molesto no es eso, sino que me está costando un euro y pico por cada llamada. Nunca he firmado ningún contrato para un servicio así, ni me interesan nada las películas que me ofrecen. Mi irritación no solo es por el dinero injusto que me cobran, sino por el asalto a mi intimidad que significa la operación. Supongo que la ha diseñado un genio del márketing, de la venta on line, un emprendedor de una start up que presume de innovador y agresivo. Hasta puede que le hayan dado alguna subvención por una iniciativa tan rompedora. Me gustaría saber su identidad.

—Pero don Amando, usted, que es tan listo, ¿no podría denunciar esas estafas?

Sí, ya sé. Podría ir a ver a mis abogados (no es que tenga varios, es que son amigos míos) y pleitear, pero supongo que me iba a salir más caro el collar que el galgo. Las estafas que digo (puede que incluso con todas las de la ley) se basan precisamente en que la gente como yo no quiere más líos. Bastante tenemos con los caprichos informáticos, como para empezar a desentrañar las facturas que nos llegan. Un vecino me aconsejó que fuera con mis quejas al sindicato Manos Limpias para ver de entablar una acción legal. Lo único que he conseguido es que la compañía telefónica me asegure que ya no me van a molestar más con servicios que yo no he pedido. Tengo que investigar a ver si existe alguna organización de agraviados informáticos, pero me da pereza. Decididamente, mi mundo no es de este reino.

En España

    0
    comentarios