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Amando de Miguel

Eutrapelias para matar el tiempo

No me olvido del concurso para encontrar una palabra que defina al molesto sistemático. Tomás Jiménez propone una suerte de acrónimo: Mococales, la contracción de molesto como la costura de un calzoncillo de esparto.

Seguimos con el concurso de las rimas con la palabra "España", siempre tan forzadas si uno desea incluir palabras en maltecedoras o simplemente simpáticas. Jaime Rojo (Mallorca) me apunta estos cuartetos de andar por casa:

A ver como se las apaña
el que a un folio se arrima
para encontrar una rima
consonante con España.

¡Pardiez que no es fácil hazaña!
No hay ideas, ¡maldición!
Mientras llega la inspiración,
me iré a tomar otra caña...

La intención es buena. Vamos a ver si conseguimos llegar a una pequeña antología de "Poemas de España" sin palabras afrentosas.

Continúan los denodados esfuerzos de la Brigada en pos de una rima con "España". Ahora me llega la contribución de un brigadista israelí, León Zeldis Mandel:

Los brillantes libertarios
Buscándole rima a España
Lucieron gracia tamaña
Sin propósitos nefarios

Que si bien tuve mi euforia
Escribiendo mi invención
No tiene comparación
Y a ellos les doy la gloria.

No me olvido del concurso para encontrar una palabra que defina al molesto sistemático. Tomás Jiménez propone una suerte de acrónimo: Mococales, la contracción de molesto como la costura de un calzoncillo de esparto.

Queda dicho que los chistes se basan muchas veces en la polisemia de las palabras. He aquí un ejemplo que me envía Álvaro Rodríguez para solaz de los libertarios ociosos:

Un político, que estaba en plena campaña, llegó a un pueblo del interior, se paró arriba de un cajón y comenzó su discurso:

– ¡Compatriotas, compañeros, amigos! Nos encontramos aquí convocados, reunidos o arrejuntados, para debatir, tratar o discutir un tópico, tema o asunto trascendente, importante o de vida o muerte. El tópico, tema o asunto que hoy nos convoca, reúne o arrejunta, es mi postulación, aspiración o candidatura a la Intendencia de este municipio.

De pronto una persona del público interrumpe, pide la palabra y le pregunta al candidato:

– ¿Por qué utiliza usted tres palabras para decir lo mismo?
– Pues mire, caballero: la primera palabra es para las personas con un nivel cultural muy alto, como poetas, escritores, filósofos, etc. La segunda es para personas con un nivel cultural medio, como usted y la mayoría de los que están aquí hoy. Y la tercera palabra es para las personas que tienen un nivel cultural bajo como por ejemplo, ese borracho que está allí, tirado en la esquina.

De inmediato, el borracho, se levanta y le dice:

– Postulante, aspirante o candidato. . (hic). El hecho, circunstancia o razón de que me encuentre en un estado etílico, borracho o en pedo... (hic) no implica, significa, o quiere decir, que mi nivel cultural sea ínfimo, bajo o jodido. (hic). Y con todo el respeto, estima o cariño que usted se merece (hic), puede ir agrupando, reuniendo o arrejuntando (hic) sus bártulos, efectos o cachivaches (hic) y encaminarse, dirigirse o irse, derechito: a la progenitora de sus días, a la madre que lo llevó en su seno, o a la puta que lo parió.

Un ejemplo más de cómo el chiste se basa muchas veces en el doble juego que tienen las palabras, incluso a través del lenguaje corporal. El chiste lo envía Miguel A. Taboada.

Dos mujeres jugaban al golf en una mañana soleada. De pronto vieron con horror como la pelota, que una de ellas había golpeado, se dirigía directamente hacia unos hombres que jugaban el hoyo anterior al de ellas. La pelota golpeó a uno de los hombres, quien de inmediato juntó ambas manos en su entrepierna y cayó al suelo rodando y gimiendo lastimosamente. Las mujeres corrieron hasta donde estaba el hombre lamentándose. Una de ellas, sintiéndose culpable, dijo:

– Por favor, déjeme ayudarlo, soy quiropráctica y sé como quitar el dolor si usted me lo permite.
– Ouch, auuuu, hoooo, estaré bien... el dolor... se... me pasará en... unos minutos – contestó el hombre mientras permanecía en posición fetal, tirado en el césped y con las manos en su entrepierna.

Ella insistía hasta que finalmente el le permitió ayudarlo. Ella gentilmente le separó las manos y lo tumbó boca arriba, le desabrochó la bragueta, puso sus manos dentro de su pantalón y empezó a sobarle los testículos con delicadeza.

– ¿Se siente mejor? – preguntó la dama.
– Se siente a toda madre – contestó el hombre –, pero el dedo me sigue doliendo mucho.

 

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