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Amando de Miguel

Fuerza y confusión de los neologismos

Don Álvaro critica que digamos "competitividad" cuando sería más sencillo "competividad". Comprendo que "competitividad" sea un trabalenguas, pero tiene su lógica, pues viene de "competitivo" y de "competir".

El idioma es una corriente viva; se alimenta de un continuo flujo de palabras que viene de otras lenguas, ahora más bien del inglés.

Álvaro Ortiz de Zárate (profesor de Fonética Inglesa) se lamenta de que se diga "el glamur de los reyes" o de otros personajes. En todo caso, habría que decir algo así como "gláma", que es como se pronuncia "glamour" en los Estados Unidos. Bueno, el DRAE acepta ya "glamour" como sinónimo de "encanto sensual que fascina". Sólo que realmente se dice "glamur" en el habla corriente, lo mismo que "glamuroso". Así seguirá. Para mí, debe aplicarse a los personajes públicos, los realmente famosos y, a poder ser, relativamente jóvenes y bien parecidos.

Don Álvaro critica que digamos "competitividad" cuando sería más sencillo "competividad". Comprendo que "competitividad" sea un trabalenguas, pero tiene su lógica, pues viene de "competitivo" y de "competir". Hay pocos verbos que terminen en <tir>. Un esclavo merecedor de la libertad tendría que ser "manumititivo", pero esa horrible palabra no existe. La verdad es que lo de "competividad" me gusta. Tendríamos que aceptar también "competivo".

Javier Rodríguez comenta la degradación del adjetivo "mítico". Lejos de referirse sólo a personas o situaciones de carácter extraordinario, ahora se aplica a cualquier tontería. La verdad es que "mito" dejó de referirse solo a lo extraordinario o admirable para significar también lo que aparece como falso, inexistente o fabulado. Por ahí entra lo de "mítico" como lo que pertenece a la ficción, en su sentido despreciativo de distorsión de la realidad. Es un ejemplo más de cómo los neologismos son también los nuevos sentidos que se dan a las viejas palabras.

Pepe Grado se maravilla de que el famoso Hugo Sánchez, entrenador del Almería se haya referido a "las regalías" que significa haber inventado una táctica de fútbol. En efecto, eso de las "regalías" está bien dicho. No hace falta decirlo en inglés (royalties). En su origen esa palabra se refería a ciertos privilegios de los reyes, como el de emitir moneda. Pero de ahí pasó a su sentido económico más general de los derechos del propietario de algún bien, por ejemplo, la autoría de una obra.

Agustín Fuentes especula sobre lo difícil que es investigar las causas de los fenómenos de cambio y cómo se traduce en los múltiples términos médicos. Por ejemplo, criptogénico, idiopático o etiológico. Cuando los médicos no saben explicar alguna variación en las pruebas, dicen que "se debe a una deficiencia del artefacto". Lo peor es que ni ellos mismos entienden algunas palabras de sus informes. Me remito a la monografía de Julio Castedo Valls, Buen uso del idioma en las publicaciones científicas y los informes clínicos (Madrid, Hospital de Madrid, 2007).

Fernando Nogués (La Coruña) se refiere a la palabra "hinterland" (que no está en el DRAE) y que define como "comarca a la que presta servicio un puerto; y por extensión, mercado más o menos amplio entorno a un núcleo comercial". Dice don Fernando que es un vocablo que viene del latín, por lo que debería ser "interland". No creo que proceda directamente del latín. Es una palabra alemana que quiere decir literalmente "la tierra que está detrás". También se ha dicho "umland" (= tierra de alrededor). En español se podía decir "traspaís". En inglés intentó traducirse por "hinderland", pero acabó imponiéndose la forma original alemana. En su estricto sentido original (territorio entorno a un puerto) el concepto ha perdido vigencia, dada la creciente importancia del tráfico aéreo. Por ejemplo, es claro que Castilla y León más la Comunidad de Madrid y Castilla-La Mancha constituye el "traspaís" dominado por el aeropuerto de Barajas.

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