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Amando de Miguel

Género femenino y especie feminista

Sergio Segura Medina (Murcia) vuelve sobre la cuestión batallona del femenino en las profesiones. Hay que transigir. Algunas profesiones facilitan el femenino y otras no. Dice don Sergio que en el ámbito militar se dice “la soldado” y “la capitana”. Será ahora que solo hay diez o doce mil militares mujeres. Con el tiempo se irán feminizando algunas posiciones. Tampoco es algo tan chocante. En la salve decimos que María es “abogada nuestra” y la Pilarica es, según la jota famosa, “capitana de la tropa aragonesa”. Las poetisas fueron así desde tiempo inmemorial, pero ahora quieren llamarse “las poetas”. Let it be, como dice la canción.
 
Alberto Gil Aranda (Córdoba) me cuenta que a su mujer, profesora de secundaria, le ha tocado en suerte explicar la nueva asignatura de Educación en la igualdad. Se supone que es para aleccionar a los alumnos para que hablen en la jerga del tipo “el alumnado” en lugar de “los alumnos”. La profesora va a enseñar que en castellano lo correcto es seguir utilizando el masculino genérico “los alumnos”, que abarca tanto a ellos como a ellas. Me parece que hemos entrado en la guerra de los géneros. Mi experiencia me dice que quien se aferra a eso del “alumnado” para no decir “los alumnos” como genérico suele tener poco seso en la mollera y mucho sexo reprimido.
 
Me escribe un corresponsal de Barcelona que desea permanecer anónimo por razones que comprendo. Se queja de la manía de lo de “trabajadores y trabajadoras”. Sostiene el hombre con ironía que debería cambiarse el texto de las homilías. Lo correcto sería: “Queridos hermanos y hermanas, estamos todos y todas aquí reunidos y reunidas… etc.”. Ya de paso, el anónimo corresponsal se lamenta de que Barcelona –la única ciudad que sale en el Quijote– no se haya sumado a las celebraciones del IV Centenario de la obra cervantina. Si así fuera, bien triste parece.
 
Adelia de Miguel Negredo es catedrática de Universidad y relata las presiones que hay en los claustros para plegarse a “lo políticamente correcto”. Considera denigrante los movimientos que se generan para adaptar los proyectos de investigación a ese criterio extracientífico. Cuenta un ejemplo chusco. Un profesor propuso que, a partir de ahora, él era “terapeuto”, no terapeuta. No sé dónde vamos a llegar.
 
En la misma línea, Juan de la Fuente cuenta que en la misa se oye decir: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los seres humanos de buena voluntad”. Entiendo que se trata de un mimetismo del inglés, un idioma que no tiene un genérico para los dos sexos, como homo-inis en latín. Por eso la corrección política impone decir men and women, y los tontos indígenas creen que hay que decir “hombres y mujeres”. En latín y en español la voz homines (= hombres) comprende varones y mujeres. Lo he reiterado muchas veces y me hastía. Es inútil.
 
José Saez (Almuñécar, Granada) comenta que el mundo está al revés. “No se puede opinar ni discutir si no es lo correctamente político, [lo que] se lleva”. Tiene toda la razón el de Almuñécar. Tengo buenos recuerdos de ese pueblo, llamado Sexi por los griegos hace tres mil años. Había un cruce muy peligroso a la salida del pueblo hacia Motril. Tan peligroso era que un vecino se ofreció voluntariamente a colocarse en ese cruce y así regular el tráfico. El hombre estuvo así años en esa labor que salvó la vida de muchos automovilistas. Tanto fue así que el Ayuntamiento, conmovido, decidió un día darle la plaza de guardia urbano en propiedad. Eso es lo que se llama crearse su propio puesto de trabajo. Me gusta el acento cantarín de los de Almuñeeque.
 
Fernando Merino observa que en los anuncios publicitarios se impone ahora la moda de zaherir a los varones como inútiles o torpes. Se pregunta lo que ocurriría si esos anuncios insistieran en el argumento opuesto de que fueran las mujeres las inútiles o poco mañosas. Nos podemos imaginar lo que ocurriría, que esos publicitarios o anunciantes serían criticados acerbamente por discriminatorios. Por lo visto, la discriminación de sexo opera solo cuando es contra el sexo femenino. ¿Será una forma de venganza por parte de los grupos, organizados y eficientes, de carácter feminista?
 
Juan González Tuero sostiene que la expresión “mutilación genital” se puede aplicar correctamente a la ablación del clítoris, puesto que “anatómicamente, el clítoris forma parte del aparato genital femenino”. No estoy de acuerdo. Es como decir que el cabello forma parte del cerebro. Según el DRAE (y el sentido común) el adjetivo “genital” es “lo que sirve para la generación”. El clítoris no sirve para la generación o reproducción humana sino para estimular el placer erótico. De ahí la salvajada que supone su ablación. De esa forma las mujeres pueden seguir procreando, pero sin que disfruten suficientemente del acto sexual. Por mantener esas ideas ha caído sobre mí el anatema de las feministas organizadas. Es uno de los círculos más influyentes del pensamiento dominante. Llegan a prescribir esas nuevas Savonarolas que la alusión a la palabra clítoris es ya un atentado sexista. Habría que buscar ñoñismos para no tener que decir clítoris, menstruación, prepucio o próstata.
 
Puestos a registrar ñoñismos para sustituir a las voces asociadas con la sexualidad, Enrique Brito anota la de perelendengues para no decir “cojones” o “testículos”. Veo que ni siquiera la recoge Camilo José Cela. Puede que sea una corrupción de “perendengues” (= colgantes, adornos corporales de escaso valor). Otro ñoñismo muy clásico es redaños.
 
José A. comenta con ironía: “soy heterosexual, estoy casado, tengo familia y trabajo, no soy NAZI-onalista. ¿Cree usted que me pasa algo? ¿Alguien me puede ayudar? ¿Hay más como yo, o padezco una extraña patología anacrónica?”. Añado, sin ironía, que no entiendo por qué hay que ser tolerante con todo el mundo, pero no con los que tienen alguna fobia. Puede ser del tipo de los que rechazan a los maricones, los terroristas o los nacionalistas. ¿También habría que ser intolerantes con las personas a las que les da repelús subir a un avión o a un ascensor?

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