Mi afirmación de que “nunca hubo españoles en Casablanca” ha merecido algunas quejas fundadas. Fidel Argudo Sánchez especifica que el nombre originario, Casa Branca, lo pusieron los portugueses. Luego con los españoles se transformó en Casablanca, que significa lo mismo.
José Miguel Santos (Las Palmas de Gran Canaria) señala que la ciudad de Casablanca fue erigida en 1770 después de que un terremoto destruyera el puesto portugués de Casa Branca. El nombre en español se impuso por la presencia de los comerciantes españoles. El equivalente árabe es Dar-el-Beida (= Casa Blanca).
Don José Miguel añade otra curiosidad geográfica. Se refiere a la zona londinense conocida por Elephant and Castle (= Elefante y Castillo). Muchos ingleses creen que es una corrupción de Infanta de Castilla, por alusión a Catalina, la hija de los Reyes Católicos, reina de Inglaterra por su matrimonio con Enrique VIII. El verdadero origen es el nombre de una cofradía, “pero no deja de tener su interés que muchos londinenses crean en el origen castellano del nombre”.
Javier Velázquez (Jerez) precisa que la primitiva Casa Branca fue un puesto de los mercaderes portugueses establecido en 1575. Pero, como pocos años después se unieron las monarquías de España y Portugal, es lógico que el nombre primitivo adquiriera la versión española.
Melchor Sánchez de Toca precisa que sí hubo españoles en Casablanca, en contra de lo que yo insinuaba. “Hubo una primera oleada de españoles cuando la expulsión de los moriscos [en 1610] y quizá antes. Una parte de estos moriscos españoles se establecieron en Rabat y Salí, y también en Casablanca más al sur. Eran los temidos piratas saletinos. La segunda oleada de españoles llegó durante y después de la guerra civil. Eran exiliados republicanos españoles que se asentaron en el protectorado francés”.
Un antiguo alumno mío, Guillermo Cuevas, precisa que el puesto de Casa Branca lo edificaron los portugueses en el sitio de la ciudad que destruyeron, Anfa, por ser refugio de piratas. Da gusto tener ex alumnos tan documentados.
Carlos Ruiz Caballero (Murcia) anda inquieto con la significación de “Levante”. ¿Entra también Murcia o es solo la Comunidad Valenciana? Razonemos. Las denominaciones geográficas de los espacios, siguiendo los puntos cardinales, son tan frecuentes como imprecisas. ¿Dónde se localizan las escenas de las “películas del Oeste” norteamericano? Nunca en Seattle o en Denver, que serían los límites de ese impreciso pero expresivo Oeste (Far West, Lejano Oeste). ¿Dónde se pesca el “bonito del Norte”? ¿Es Japón parte de Occidente? ¿Y Australia? ¿Dónde comienza y termina la Europa del Este? ¿Quién puede decir dónde está el límite entre el Extremo Oriente, el Oriente Medio y el Oriente Próximo? ¿Hawai es el Oriente o el Occidente? Naturalmente, todo depende del punto que ocupe el observador. Para un ibicenco Menorca sería el Levante y Valencia el Poniente. Para la mayor parte de los españoles el Levante incluye la Comunidad Valenciana y Murcia. Pero quizá a los habitantes de esas regiones no les guste una etiqueta tan imprecisa. También Tarragona o Almería podrían ser Levante para un español de tierra adentro. Encima, ese español mesetario o de la España interior podría ser considerado, en castellano clásico, como “mediterráneo” (= que vive en medio de la tierra, lejos del mar). Ya está: el Levante en España es el territorio susceptible de recibir agua del trasvase del Ebro.
Ismael Martínez opina que lo de asociar el nombre de “roma” y sus derivados a los gitanos por la presencia de la romana (= balanza) es un perfecto desatino. Puede que tenga razón. Fue una intuición que se me ocurrió sobre la marcha. Más lógico es que, como sugiere don Ismael, el origen de los “roma” esté en que se alojaron mucho tiempo en Rumania.