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Amando de Miguel

Geografía del lenguaje

En TV3 un comentarista, para referirse a España, suele decir "toda la Península Ibérica excepto Portugal". Añado que tendría que precisar "excepto Portugal, Gibraltar y Andorra, más Ceuta y Melilla y los archipiélagos cercanos".

José Mª Navia Osorio (corresponsal de plantilla) me envía una larga y simpática emilia (bueno, misiva) sobre "la santa intransigencia" aplicada al terreno de las lenguas regionales. Copio algunos párrafos.

Hay principios en los que el relativismo no tiene lugar. Igual nos pasa con otros principios morales, políticos o cívicos. Tenemos que acatar las leyes aunque nos parezcan injustas pero no tenemos por qué decir que son magníficas y, si podemos, las intentamos cambiar. A pesar de que en muchas facetas de la vida civil cabe el relativismo y la negociación en muchas materias: más impuestos/menos impuestos. Más Estado/menos estado. Pero en otras cosas no hay relativismo posible.

Con los idiomas quizá se pueda llegar a algún arreglo. pero mínimo. Hay un idioma común que es el español en el que todos nos entendemos. Hay idiomas locales que entienden muchos de los que viven en esas zonas. Permitamos que unos y otros usen la lengua que quieran, pero, si no se entienden, tendran que usar la lengua comun que es la del Estado. Y si alguien se empeña en usar la lengua local y alguien no le entiende será su problema y los demás no tenemos por qué pagar sus caprichos.

Se puede aceptar que se les ayude a mantener viva su lengua, como un bien cultural. De igual manera que nos gastamos el dinero en mantener una catedral o restaurar un cuadro. Pero no se puede obligar a nadie a que entre en la catedral o dé saltos de aborozo ante el cuadro. Y tampoco se puede obligar a nadie a que hable en un idioma local. Tampoco los amantes de la filatelia nos pueden prohibir el uso del correo electrónico porque supone la muerte del sello de correos.

Jesús Hernández Martínez (Hospitalet, Barcelona) relata los esfuerzos que se hacen en Cataluña para no pronunciar la voz maldita "España". Por ejemplo, al decir la hora del huso español no se emplea la expresión "hora española" sino "hora de aquí". En lugar de "España" se dice "el Estado" o también "la península". Cuando Fernando Alonso ganó el campeonato de Fórmula I en los medios catalanes se dijo que "era el primer piloto asturiano en ganarlo". A toda costa había que evitar la mención del "primer piloto español". En TV3 un comentarista, para referirse a España, suele decir "toda la Península Ibérica excepto Portugal". Añado que tendría que precisar "excepto Portugal, Gibraltar y Andorra, más Ceuta y Melilla y los archipiélagos cercanos". La verdad es que solo un español puede hacer tantos esfuerzos para no mencionar el nombre de España.

María Concepción Fernández López sostiene que charnego significa "sarnoso". No me consta, pero sí digo que los gentilicios despectivos se basan algunas veces en tachar a los que se desprecian de mostrar enfermedades o defectos físicos.

Miguel Guash Aparicio, "catalán de pura cepa" considera que "Cataluña es España". Su testimonio resulta muy valioso: "Hablo, uso y amo ambas lenguas [español y catalán], siendo consciente que una es universal y la otra local. Nada de eso implica menosprecio para la local, la catalana. Me disgustaría tanto su desaparición como aborrezco el uso racista y partidista que se hace de ella desde el nacionalismo catalán. Igual de despreciable es la actual, y real, persecución monetaria sobre el castellano en comercios, y su erradicación de las escuelas y de la vida oficial y política". En apoyo de lo último, don Miguel aporta un testimonio sangrante: "En la escuela de mis hijas ─católica concertada─ los críos de apenas 10 años se declaran independentistas y son del todo ajenos, si no enemigos, del resto de España. Como que se saben de memoria las 41 comarcas catalanas y no tienen ni idea del número y nombre de las provincias o regiones españolas. De cordilleras, ríos, historia y tradiciones comunes, ni le cuento, ya que el resultado sería una triste nada".

Luis Balcarce (La Coruña) anuncia la publicación de un diccionario de argentinismos, que promete ser muy interesante. Parte de un viejo texto recopilado por Pedro Luis Barcia a fines del siglo XIX. Curioso el origen de la expresión che, que en la lengua araucana significa "hombre". El DRAE no recoge ese origen.

Sobre el asunto de la RAE me llega un estupendo testimonio de Hector Arduz (Suecre, Bolivia). Copio su alegato: "Le escribo para dejar testimonio del apoyo que bolivianos como yo ─profesionales razonablemente educados─ le damos a la existencia de la RAE y al bien que hace colaborando a que el español sea lo que es: un espléndido instrumento de comunicación que requiere de algunos esfuerzos para que no se disperse y banalice. Asediado como estoy en medio de las famosas lenguas originarias de este lado del mundo (aymara y quechua en particular), miro con un tremendo escepticismo y no poco de desilusión la actitud de aquellos en la Madre Patria que no pueden enfrentarse con la realidad de que, sin el español, reducen enormemente sus posibilidades de éxito en el mundo globalizado, además de perder el patrimonio riquísimo que nuestro viejo idioma acarrea. Que le tengan bronca al español y prefieran el inglés que ─a tropezones─ chapurreamos millones de hispanoparlantes muestra simplemente una actitud de rencor que a uno lo deja pasmado". Admirable testimonio, sí, señor, de nuestro libertario chuquisaqueño, "muy orgulloso de sus viejos ancestros navarros y vascos".

José Luis (español residente en Manabi, Ecuador) me comunica algunas peculiaridades del español ecuatoriano. Por ejemplo, de repente (= de vez en cuando), prender (= encender), botar (= echar), ¿mande? (= ¿qué me dice?), a la orden (= muchas gracias). Son voces enternecedoras, pero he de decirle, don José Luis, que algunas se oyen también en algunas partes de España, con el mismo sentido. Por ejemplo, el ¿mande? es muy catalán.

Vicente Agustí (Calpe, Alicante) anda buscando algún "método sencillo para valorar el contenido cultural de una lengua, como por ejemplo la nuestra, para poder compararla con las lenguas autonómicas (catalán, gallego, eusquera)". Él mismo cita el indicador de premios Nobel, que no está mal. Se podrían añadir otros medidores. Por ejemplo, las obras traducidas al inglés, las obras citadas en laEnciclopaedia Britannica. El dato definitivo sería el número de extranjeros que aprenden la lengua cuando no la tienen como propia.

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