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Amando de Miguel

Hay que pedir perdón

En la vida privada española no se acostumbra a pedir perdón por las faltas de educación o de juicio. Somos muy nuestros.

En la vida privada española no se acostumbra a pedir perdón por las faltas de educación o de juicio. Somos muy nuestros, quiero decir, los hidalgos, que parecemos todos. Nos resulta ridícula la obsesión de los guiris que están diciendo continuamente que les perdonemos por las más mínimas acciones, muchas veces involuntarias. Pero de ahí hemos pasado en la vida pública al otro extremo. Se trata de la oscilación pendular, que tanto nos gusta.

Me refiero al perdón retroactivo y colectivo que ejercen las autoridades con sumo deleite. Por ejemplo, los gobernantes españoles pueden pedir perdón por los indios que mataron o esclavizaron los conquistadores castellanos en América. O quizá mejor por el oro y la plata que se llevaron de sus minas y tesoros. Es un gesto diplomático que queda muy bien. Aunque habría que recordar la chanza de Agustín de Foxá. Se refería a la cautela de que, en caso de tener que devolver el oro y la plata que se llevaron nuestros antepasados, habría que exigir a cambio la devolución de las cuentas de vidrio. A lo mejor por eso quieren quitar la calle a Agustín de Foxá. Por lo menos podrían trocarla por la de El Inca Garcilaso.

Sobre el exterminio de los indios en los virreinatos americanos, me cabe una duda. ¿Cómo es que hay tantos indios y mestizos en esos territorios? En cambio, en las tierras del Norte (Canadá y Estados Unidos) pocos indios y mestizos quedan. Así pues, los Gobiernos de Canadá y Estados Unidos son los que deben pedir perdón por el genocidio que llevaron a cabo sus antepasados.

Lo que propongo es que la cosa se haga más sistemática; debe extenderse a todo tipo de tropelías cometidas en las distintas partes del mundo que en su día fueron colonizadas. Se me ocurre que el Gobierno italiano tendría que pedir perdón por las riquezas que se llevaron los romanos de Hispania o por acabar con las lenguas indígenas. En ese caso, además, deberíamos los españoles prescindir del Derecho Romano, que tanto impregna nuestras auténticas tradiciones visigóticas. Hay que reivindicar la Monarquía legítima de don Pelayo.

No estaría mal que, de paso, exigiéramos al Estado Islámico (o en su defecto al Reino de Arabia) indemnizaciones por los destrozos que ocasionaron los musulmanes en tierras españolas. Por ejemplo, la catedral de Córdoba no solo no debe ser mezquita, sino que hay que destruirla para recuperar la iglesia visigótica que se adivina en su fundamento. Bien es verdad que sobre ella levantaron los romanos un templo pagano, que, a su vez, destruyó el santuario ibérico que allí se alzaba. ¿No se utilizarían las piedras de un dolmen anterior? Va a ser una cadena muy larga de perdones colectivos. Todo es cuestión de empezar.

Me temo que, si seguimos por la secuencia de los acontecimientos históricos, llegaríamos hasta el hombre de Atapuerca. ¿No serían los primitivos vascos los responsables de que desapareciera? Hay muchas culpas que lavar. La famosa memoria histórica no tiene por qué detenerse en el siglo XX.

Ya de puestos, imagino que el Gobierno de Israel debería solicitar excusas por la gula de nuestros primeros padres, Adán y Eva. Ahí empezaron todos los males de la humanidad. A toda costa se impone encontrar un culpable actual de ellos.

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