El principio de Hipócrates era muy claro: “Cuando hay pus, fuera”. Es decir, las infecciones han de ser sajadas. El principio se aplica admirablemente a la organización de la vida pública. Cuando hay corrupción, lo mejor es airearla. Por desgracia, en la vida real se sigue el principio contrario, con el riesgo de gangrena que puede suponerse. La tesis es que “los trapos sucios se lavan en casa”. Sí, pero se tienden al sol. Bastaría aplicar el principio hipocrático para que no hubiera tanta hipocresía en la vida pública. La democracia es igual a elecciones más periódicos y otros medios.
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