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Amando de Miguel

Historias de sobremesa

El éxito del torero se consigue a través de una altísima exposición al riesgo. Ese hecho hace que, a diferencia del antiguo toreo a caballo, la lidia corriente a pie signifique una oportunidad extraordinaria de movilidad social.

Pedro Morales Moya comenta que el espectáculo de los toros es una especie de síntesis de la tradicional división social en castas de la sociedad española de todos los tiempos. Es así –observa don Pedro– que los asientos de los espectadores se hallan jerarquizados según los posibles de cada uno: palco, barrera, sombra, sol, gradas, etc. Entiendo que la cosa es algo más complicada. Cierto es que los toros (no "los toreros"; nótese la diferencia) es una liturgia muy característica de la vida española, pero caben muchas interpretaciones. Me remito a los escritos de Ramón Pérez de Ayala (Política y toros) y de su mejor intérprete, Andrés Amorós. Señalaré solo la extraña anticipación democrática o igualitaria que significa el hecho de que el éxito de la prueba (o de la competición) de los toros la condicione la opinión del público. Una cosa así resultaría inaudita en el fútbol, donde hay un árbitro inapelable. Bien es verdad que la fiesta taurina supone solo una democracia aparente y restringida, como puede ser la "democracia frailuna" de los monasterios y conventos. Pero es un rasgo digno de ser tenido en cuenta.

Hay otro aspecto igualitario en el mundo de los toros. El éxito del torero se consigue a través de una altísima exposición al riesgo. Ese hecho hace que, a diferencia del antiguo toreo a caballo, la lidia corriente a pie signifique una oportunidad extraordinaria de movilidad social. Naturalmente, ahora hay más oportunidades (a través del estudio, del trabajo), pero en la sociedad tradicional la dedicación al toreo era una de las escasas avenidas de ascenso social. Las otras eran aún más raras: recibir la herencia de un pariente rico, encontrar un tesoro, acertar con el premio gordo de la lotería.

Pedro Manuel Araúz Cimarra (Manzanares de la Mancha, de la Asociación Amigos del Ferrocarril de Alcázar de San Juan) asegura que, si bien hay una gestora de los ferrocarriles españoles, el de Madrid-Sevilla se sigue llamando AVE. Respecto a la anchura de la vía, la decisión de la norma ibérica obedece a que vino a España Stephenson (el inventor de la locomotora) y vio la necesidad de locomotoras más grandes. La interpretación malévola es que así se aprovechaba la ocasión para colocar algún material de desecho acumulado en Inglaterra. Desde luego, el primer ferrocarril español se tendió en Cuba en 1829, mucho antes de que el invento se generalizara en la península Ibérica.

Baldo A. Garaycoechea (Port St. Lucie, Florida, USA) asegura que "la mente retiene todo lo que ocurre no solo en el entorno consciente sino en cada célula del cuerpo". Por tanto, no se borra ninguna impresión. "Es más, [la mente] guarda recuerdos, vivencias y creencias heredadas de los antepasados y lo hace a través del ADN". La buena noticia es que hay tratamientos para recuperar parte de esa información. "Es una tecnología poco conocida por mis colegas, pero que no tardará mucho en ser propagada". Me anima mucho ese sensacional descubrimiento, aunque tengo mis dudas de que pueda hacerse operativo. Pero, en fin, más difícil es que salgan las amapolas en los montones de escombros, y ahí las vemos tan rozagantes todas las primaveras.

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