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Amando de Miguel

Homenaje apasionado a Tomás Moro

Empieza uno a estar cansado de tantas noticias luctuosas, extravagantes o escandalosas. Por eso comento con alegría el suceso de la nueva cátedra que se acaba de inaugurar en la Universidad Católica de Valencia, la obra gigante del diminuto cardenal Cañizares. Es la cátedra extraordinaria Tomás Moro, que dirige Jaime Mayor Oreja con el secretariado efectivo de Ginés Marco; un equipazo. Acaba de constituir un comité científico para promover actividades de conocimiento, reflexión y debate. Hay que congrmatularse. Ojalá las Universidades promovieran más iniciativas de este estilo.

El patrocinio de Tomás Moro resulta pintiparado para exaltar los valores de libertad, independencia y dignidad ante el poder político, que tanta falta hacen en nuestro mundo atribulado. La cátedra que digo se enfrenta con el manido tema de la crisis de valores, que es mucho más que la crisis económica.

El valor dominante hoy (no hace falta decir "a día de hoy") es el de enriquecerse trabajando lo menos posible. Hay dos vías principales para realizarlo: la delincuencia y la política. A veces se unen con grandes beneficios para los agraciados. La llamada "corrupción política" solo es la punta del iceberg. El grueso queda para el enriquecimiento a través de vías legales, principalmente los múltiples contactos financieros que proporciona el paso por un cargo público, aunque solo sea municipal.

Un valor más general es el hedonismo, el disfrute máximo de los placeres que proporciona la vida. Es el que impera en todas las ocasiones. Supone que deja atrás el sacrificio de una generación por la otra, el compromiso vocacional, el sentido de la obra bien hecha, la dedicación al servicio público, todo tan necesario. La raíz del problema se halla en el decaimiento de la vieja moral del esfuerzo, tanto en la familia como en la enseñanza. La palabra "austeridad", incluso referida al sector público, empieza a ser despreciativa.

Los nuevos valores se imponen con ventaja al prometer beneficios inmediatos. Precisamente un rasgo de la actual mentalidad prevalente es que se hace difícil diferir las satisfacciones o las recompensas. Especialmente los jóvenes inquietos quieren todo "ya" o "ahora". Nos hemos acostumbrado a que las comunicaciones se pueden tramitar de forma instantánea (se dice "en tiempo real", que es casi un oxímoron, pero parece muy atractivo). De la misma forma pretendemos la inmediatez en todos los órdenes de la vida. Desgraciadamente, las burocracias públicas y privadas son cada vez más lentas.

La famosa "crisis de valores" se presenta con un perfil aún más preocupante. No es solo que se cuelen en nuestro mundo nuevos deseos que pueden ocasionar daños imprevistos y desproporcionados. Lo más grave es que muchos jóvenes y no pocos adultos se niegan a dilucidar si una conducta es buena o mala para uno mismo o para otros. Lo peligroso, pues, .es la indiferencia, la apatía, el desapego en muchos aspectos de la convivencia. Siempre habrá sentimientos innobles, pero lo verdaderamente angustioso es la insensibilidad general que hoy domina. "No me arrepiento de nada" es una estólida declaración en boca de muchos famosos.

Ante el panorama someramente descrito, es de apreciar las iniciativas como la de la cátedra extraordinaria de Jaime Mayor Oreja. No olvidemos que "cátedra" quiere decir "silla", pero en su sentido de autoridad. En efecto, para reflexionar productivamente hay que permanecer sentado. Nada de manifestarse en la calle.

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