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Amando de Miguel

La cartelería inútil

¿En qué se distingue, a primera vista, el paisaje urbano del que existía hace cien años?

¿En qué se distingue, a primera vista, el paisaje urbano del que existía hace cien años? No digamos si la comparación se hace con la estampa de las ciudades hace quinientos años. Muy sencillo: lo característico es la actual profusión de letreros, carteles, anuncios, avisos, marbetes, señales literarias o icónicas de todas clases. Ante tal generalización de símbolos escritos o dibujados, se podría pensar que domina la claridad expresiva. Nada de eso, impera la confusión.

Me figuro que la asignatura de Señaléctica es una de las que llamaban marías en las prestigiosas escuelas de ingenieros de Caminos, Canales, Puertos y Señales Marítimas. Es decir, se aprobaba por la cara. No hay más que ver el resultado: el desbarajuste de las señales de circulación en calles y carreteras. Confieso que como automovilista me he perdido varias veces en las carreteritas de Madrid, y eso que en esta comunidad no hay un idioma particular. Sin embargo, pude salir airoso de un viaje por el diabólico entramado metropolitano de Houston, en los Estados Unidos. Me refiero a una época en la que no existía el GPS.

Me imagino el gesto de confusión del turista extranjero cuando llega por primera vez a Madrid y trata de orientarse en el metro. Alguna de las opciones le señalan simplemente este acrónimo: "Renfe". Ni siquiera muchos españoles saben lo que significa. Bien es verdad que cuenta la tradición oral de que "la renfe" equivale a "la estación de tren". Pero eso solo cuenta para los nacionales.Claro que ahora en las estaciones de tren pone "Adif", que es todavía más difícil de descifrar. Además, en algunas ciudades hay una estación de tren, digamos tradicional, y otra del AVE.

Más desconcertante es ese aviso que pone en algunas estaciones del metro madrileño: "Salida pares" o "Salida impares". ¿Cómo va a saber un foráneo el método para numerar los portales como pares o impares? ¿No sería mejor poner "Salida norte", "Salida sur", etc.? Pero es que los españoles no entendemos bien los puntos cardinales. Nunca he entendido a qué se debe tal ignorancia. Con lo fácil que es saber que el Sol sale por el este y se pone por el oeste.

El premio del aviso despistante hay que dárselo al que figura en muchos edificios públicos junto al ascensor: "En caso de emergencia, no utilicen el ascensor". Bien, ¿y si uno va en silla de ruedas? Además, ¿qué es una emergencia? Más confuso todavía es ese plano de la planta del edificio en que uno está y que cuelgan como si fuera un cuadro abstracto. En él se quiere indicar el itinerario en caso de incendio u otra catástrofe. Habría que hacer un curso de arquitectura para entenderlo.

Es claro que España es el país más turístico del mundo. Se agradecen, pues, los letreros en varios idiomas, pero habría que ser más generosos. En un ascensor de un hotel de Mallorca he visto las indicaciones de uso escritas en catalán y en inglés. Pero imagino que los huéspedes más frecuentes son seguramente los que se expresan en alemán o en castellano. Poco costaría complacer a tales visitantes. Aun así, encuentro que en las ciudades españolas faltan muchos avisos en inglés, la lingua franca del turista extranjero.

En otro plano más común encuentro que no solo hay que haber pasado por la escuela para desenvolverse en la vida actual. Por ejemplo, resultan difíciles de entender los contratos de adhesión (los que ya vienen impresos y solo falta "una firmita"), las instrucciones de muchos aparatos domésticos o las hojitas de los medicamentos. Son textos que nos asedian en la vida cotidiana; hacen que nos sintamos analfabetos. Puede que sea un buen ejercicio de humildad.

En España

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