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Amando de Miguel

La derecha manda, la izquierda influye

La izquierda no considera legítimo que mande la derecha. Parece un disparate, pero es así.

La izquierda no considera legítimo que mande la derecha. Parece un disparate, pero es así.

Me refiero a España, el país de mis venturas y desventuras, pero también a muchos otros países de Europa. Puede darse en el nuestro un turno pacífico de Gobiernos de derechas, que suceden a los de izquierdas y al revés. Pero lo definitivo no es ese ritmo de tresbolillo, sino que en todas las ocasiones la izquierda influye sistemáticamente en la cultura, los valores, la mentalidad. Tanto es así que la derecha gobernante se apropia de los objetivos que contienen los programas de la izquierda. Es decir, el PP es un partido conservador porque sabe conservar muy bien las reformas que han llevado a cabo antes los socialistas.

Las ideas que dominan en España se manifiestan en el populismo, el buenismo, el nacionalismo. La reacción de las derechas ante tales influencias es la de entusiasmarse por el llamado Estado de Bienestar. El cual consiste en subvencionar un número creciente de necesidades, para lo cual se impone el alza continua de los impuestos, tasas y precios políticos. La población resiste la tormenta fiscal porque se ha extendido la creencia de que son otros los que pagan los impuestos. Ese es el mayor éxito de la Agencia Tributaria o como se llame, la entidad que mejor funciona en España.

El turno pacífico se quiebra por otra razón más de peso. Simplemente, la izquierda no considera legítimo que mande la derecha. Parece un disparate, pero es así. La razón es que la opinión pública entiende que la derecha (representada solo por un partido, ya es raro) es la heredera de lo peor del franquismo. Resultan vanos los esfuerzos de los dirigentes del PP para demostrar que nada tienen que ver con el franquismo. La verdad es que hace 80 años que Franco tomó el poder, en el que se mantuvo cuatro décadas. Es el mismo lapso que lleva vigente la Transición democrática. Aquí no pasa el tiempo. A lo peor de esa fijación lo llaman "memoria histórica". Por cierto, se trata de una idea disparatada de la izquierda, que la derecha hace también suya.

La clave de todas las aporías señaladas reside en el hecho de que los medios de comunicación, los periodistas, comentaristas y otros escritores se orientan mayormente a babor. No me preguntéis por qué, pues lo ignoro. Pero hago constar un hecho tan determinante. Tomemos el caso singular de RTVE. Se organiza ahora bajo un Gobierno de la derecha, pero sus profesionales son claramente progresistas. El desequilibrio aumentará todavía más cuando gobierne la izquierda. De momento, la ley electoral dificulta esa opción, al encontrarse la izquierda dividida en varios partidos y partidas. Esa es la razón fundamental por la que gobierna el PP.

Son muchas las consecuencias de la hegemonía cultural de la izquierda. Por ejemplo, ahí está la causa principal de que se erosione el sentido de responsabilidad individual y en definitiva la ética del esfuerzo. Una ilustración concreta es que en los programas de la enseñanza obligatoria se mantiene el dislate de dos asignaturas: Religión y Valores. Es una forma de decir que la enseñanza de la religión no debe centrarse en los valores o que estos nada tienen que ver con la tradición religiosa. Me imagino el desaguisado mental que debe de caracterizar a los escolares.

La hegemonía cultural de la izquierda obliga a parecer progresistas a los escritores, artistas o profesionales que en su interior no se consideran socialistas, comunistas o nacionalistas. Por cierto, una de las consecuencias de lo que digo es que el nacionalismo, que en su día se situó en la derecha, hoy pase por proclive a la izquierda. Una conversión de ese estilo obliga a falsificarse continuamente.

Se me dirá que la distinción izquierda-derecha se halla hoy superada. No lo creo. Quizá no tenga tanto que ver con la posición social de uno o de su familia, pero el contraste de mentalidad se mantiene. Se acusa incluso en la forma de hablar, de vestir, de relacionarse. Es decir, resulta más auténtica que nunca. La derecha considera esencial la libertad, pero, debido a su complejo de parecer lo que es, se desentiende de ese valor. La izquierda pone por delante la igualdad, lo que le lleva a desatender el hecho de que los españoles son ahora mucho más iguales que sus antepasados.

Al final uno es de derechas o de izquierdas porque así lo son la mayor parte de las personas que aprecia o que admira. Ya sé que parece una relación circular, y por tanto falaz, pero así funciona. Haga la prueba cada uno en su vida de relación.

En España

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