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Amando de Miguel

La dichosa ideología de género

El feminismo, el homosexualismo y el ecologismo constituyen los tres grupos de presión más influyentes en el mundo occidental.

No, no ha sido nuestra época el fin de las ideologías, pero sí su empobrecimiento. Las nuevas ideologías son especialmente vulgares, mediocres, ramplonas. En una fase de infortunio económico como en la que nos encontramos, muchas personas se sienten atraídas por prédicas irracionales, emotivas, salvíficas. Ejemplo de lo que digo es la sedicente ideología de género.

Esto del género es una importación fraudulenta más de una moda estadounidense. En inglés la voz sexono es tanto clasificatoria (masculino/femenino, varón/mujer, macho/hembra) como asociada al placer erótico. De ahí que su sola mención parezca vitanda a una mentalidad puritana, que es la que subyace a la mentalidad general de los Estados Unidos. Se entiende que hayan pasado al subterfugio de decir género(un término gramatical para masculino/femenino) para clasificar a los humanos según su sexo. Lo curioso es que en inglés solo tienen sexo los mamíferos, no las cosas, excepto los barcos (y por extensión las locomotoras y las naves espaciales), que son del género femenino. En español, como en las demás lenguas romances, las cosas todas suelen ser masculinas o femeninas. Incluso "el mar" puede ser también "la mar" para las personas a quienes les resulta más familiar. Pues bien, a pesar de todos esos condicionamientos culturales, en España también se dice "ideología de género" en lugar de "ideología de sexo".

¿En qué consiste tal aberración? Representa la culminación de la ideología feminista, la cual no consiste tanto en defender a las mujeres como en odiar a los hombres (en el sentido de los varones; en inglés no existe tal distinción). Preciso es recordar que el feminismo, el homosexualismo y el ecologismo constituyen los tres grupos de presión más influyentes en el mundo occidental. Los tres son particularmente lacrimógenos. Para influir en el poder hay que saber lamentarse.

El lector pensará que cómo es que una ideología puede ser tan exitosa cuando se basa en el sentimiento de odio. Precisamente por eso. El odio mueve más a las multitudes que el amor. Esa es la base de los movimientos políticos malamente llamados populistas, sean de izquierdas o de derechas. A mucha gente le produce una intensa satisfacción odiar a los inmigrantes, los americanos, los ricos, los cristianos, los musulmanes, los judíos, los políticos o cualquier otro enemigo genérico y difuso.

Muchas personas se aferran a sus odios porque así se defienden de posibles amenazas imaginadas. Tal sentimiento puede ser producto de alguna experiencia amarga o más bien un simple prejuicio que protege de la ignorancia.

La ideología de género lleva a toda suerte de arbitrariedades, como la caprichosa exigencia de que haya tantas mujeres como varones en los círculos de poder o notoriedad. Se excluye ostentosamente el fútbol, donde un directivo, un jugador o un árbitro no pueden ser mujeres, pero a nadie extraña tal discriminación. Las feministas no pararán hasta que en el Colegio Cardenalicio haya tantas mujeres como varones.

Más desventurada es la conclusión de que el sexo de una persona puede ser elegido o trastocado a voluntad.Además, el coste clínico de tal operación debe ser pagado por la Seguridad Social. La ilustración más divertida de la alegría en el cambio de sexo la tenemos en aquel italiano que decidió convertirse en mujer para después optar al ingreso en un convento de monjas. A don Gregorio Marañón le habría fascinado el suceso para corroborar su hipótesis del carácter feminoide de Don Juan.

El sentido de odio asocia generalmente con el miedo. Se odia lo que se teme. En nuestra medrosa sociedad proliferan las teorías conspirativas (ahora se emplea el retruécano de "conspiranoicas"), las que nos amenazan por todas partes con eventuales ataques. Es una clara expresión de irracionalidad.

Lo peor de la ideología de género es su afán proselitista con ribetes totalitarios. En los colegios madrileños se obliga ahora a que penetre la ideología de género como parte del currículum. Una cosa así habría hecho feliz al mismísimo Hitler. La parte chusca de la dichosa ideología es el sonsonete de "compañeros y compañeras, "ciudadanos y ciudadanas", etc. en los parlamentos de los hombres públicos. Y no digo "los hombres públicos y las mujeres públicas" para no abusar de los calambures.

En España

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