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Amando de Miguel

La frondosidad del habla cotidiana

Los últimos desarrollos legislativos hacen que ya no sepamos bien qué es matrimonio o familia, tantas combinaciones caben.

Los últimos desarrollos legislativos hacen que ya no sepamos bien qué es matrimonio o familia, tantas combinaciones caben. De ahí que consuele mucho el comentario clarificador que hace José María Navia-Osorio de la familia real, la del Rey. Cuando tienen que visitar al patriarca en la clínica, los hijos y nietos se visten de manera "informal", realmente "zarrapastrosa", según el pulido ovetense. La imagen es la de aparecer como una "familia normal" en el sentido estadístico. Vean: "El hijo sin trabajo, la hija menor con el piso embargado, la mayor divorciada y sin novio en plan de familia monoparental, y viviendo todos a costa del abuelo". Añado que la pensión del abuelo es sumamente privilegiada, aparte de no tener que pagar hipoteca o alquiler. Por ese lado se sale de la normalidad estadística.

Gerardo García se hace cruces sobre ese término de soberanista, que no está en el diccionario, pero que ahora se emplea a troche y moche. Está claro que se trata de un eufemismo para no tener que decir "separatista" o "secesionista", que serían más propios. Es un axioma de esta seccioncilla que la lengua es cosa viva. Continuamente se han de elegir palabras para pasar a voluntad del polo afrentoso al ponderativo, o al revés, según la intención. Es decir, muchas palabras (sobre todo adjetivos) se emiten para hacer un juicio de valor sobre lo que está bien o lo que está mal. El separatismo parece un delito, pero el soberanismo es algo magnífico.

Pedro Luis Nieto del Rincón observa que últimamente se tira de la palabra crimen para toda suerte de faltas o delitos. Ciertos son los toros. Se trata, una vez más, de una importación del inglés ubicuo. En nuestros usos lingüísticos el crimen es más bien un asesinato u otro delito de especial gravedad. También se emplea como analogía para algo que nos desagrada. Por ejemplo, últimamente las luces navideñas en las calles podrían ser consideradas como un crimen estético. Aunque no tanto como la famosa cúpula de Barceló, unos carísimos chafarrinones. Por lo mismo se podría concluir que son crímenes gastronómicos algunas invenciones de la novísima cocina española; pongo por caso, la tortilla desestructurada servida en vaso de licor.

Ya que hablamos de gastronomía, apunto la novedad que me comunica Jesús Lainz sobre las "cenas con maridaje dirigido". Por lo visto son el último grito de la tontería. Es una mezcla de cata de vinos con algunas raciones de picoteo. Imagino que lo del maridaje es por la novedad de combinar gustos y sabores. Son una salida imaginativa para la crisis de los restaurantes. En definitiva, siempre hay gente para todo.

Que no se me olvide la corrección que me hace Gabriel Ter-Sakarian sobre las voces asémicas. Francamente, creí que era una invención mía para designar esas palabras que acumulan tantos significados que al final no sabe uno a qué carta quedarse. No es una entrada de los diccionarios, pero don Gabriel asegura que las palabras asémicas son las desprovistas de significación. Pone como ejemplo "ni oste ni moste". Se me ocurren más: "sin ton ni son", "por fas o por nefas". Tendré que acuñar otro término para ese hecho de la pérdida de significación precisa al acumular nuevos significados de las palabras. Pido ayuda sobre el particular. Pongo estos dos ejemplos: configurar y asumir. El politiqués las emplea en tantas ocasiones que ya no tienen aristas, son cantos rodados del lenguaje público. Especialmente me despista la expresión "asumir responsabilidades" cuando el alto cargo pillado en alguna trapisonda sencillamente no dimite. Eso era asémico para mí. Ahora no sé lo que será. 

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