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Amando de Miguel

La lengua y otras formas de hacer el ridículo

Tengo para mí que una persona que no posea un idioma no puede hacer avanzar su conocimiento sobre nada, más allá de ciertas respuestas instintivas. Durante millones de años los homínidos no pudieron hablar.

Jesús Laínz me anuncia la salida de su próximo libro, Desde Santurce a Bizancio. Promete ser un best seller. Le pido que conceda el privilegio de prologarlo. Una de las cosas que ataca don Jesús es la locura de reconstruir lenguas regionales donde no las hay, por ejemplo, la lengua cántabra. Los inventores de esa preterida lengua aducen la peculiaridad de algunas palabras, como "equilicuá", "murria" o "Pantoja". El ensayista montañés demuestra que esas voces se dan en otras partes de España y nada tienen que ver con la supuesta lengua cántabra. En efecto, así es. "Equilicuá" es un italianismo que se utiliza en muchos lugares como expresión coloquial de asentimiento o conformidad. "Murria" es otro coloquialismo muy antiguo para indicar tristeza, nostalgia o pesadumbre. Lo de "Pantoja" es voz que desconozco. Don Jesús sostiene que proviene de la jerga de los canteros, hoy desaparecida. De momento, "la Pantoja" es una institución.

Hug Banyeres dice que me equivoco al decir que "la lengua es la clave del conocimiento". Bueno, querrá decir que él opina otra cosa, pero no entiendo por qué sabe que me equivoco. Remacho mi idea. Tengo para mí que una persona que no posea un idioma no puede hacer avanzar su conocimiento sobre nada, más allá de ciertas respuestas instintivas. Durante millones de años los homínidos no pudieron hablar; por tanto, el avance del conocimiento fue limitadísimo. El conocimiento se dispara en flecha con el "invento" adaptativo del habla. El salto posterior de la escritura fue portentoso, y más todavía con la escritura alfabética, sobre todo la de letras. Ese prodigio surgió hace unos 10.000 años en el lugar que hoy corresponde a Siria, Líbano o Israel. Ahí está el orto de la civilización occidental, en el Oriente Próximo. Desgraciadamente sigue habiendo una cantidad apreciable de analfabetos y de ágrafos.

José Antonio Martínez Pons ha asistido a un congreso de su especialidad en Santiago de Compostela. Sostuvo un largo diálogo con una profesora de bachillerato. Ella hablaba en gallego y él en castellano. Nuestro hombre estuvo tentado de contestarle en mallorquín, su hermosa lengua de nación. El discurso de clausura del congreso fue en un gallego castellanizado que todo el mundo entiende. Añado que el espectáculo es nuestra moderna versión de Babel.

Cándido Alvarado (San Pedro Sula, Honduras) se lamenta de la profusión de la palabra "tema", que pasa a significar cualquier cosa. En España esa plaga la tenemos desde hace algunos decenios. Tanto es así que empieza a ser "la tema" (en femenino), es decir, la manía de los locos. Una forma coloquial de saludo es: "¿Cómo va el tema?". Hay que contestar que la cosa no va tan mal, o que vamos tirando, sin que los interlocutores sepan cuál es el tema.

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