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Amando de Miguel

La medición del tiempo y del espacio

Rafael Jiménez Buendía está de acuerdo conmigo en que España debía de alojarse en el tiempo del meridiano de Greenwich. Es el que le corresponde geográficamente. De esa forma tendríamos la misma hora que Portugal.

Algunos corresponsales, como José Antonio Martínez Pons o Javier Aymerich, discuten mi pretensión de que el sistema internacional de medidas adopte el sistema decimal. Insiste don Javier en que la variedad actual es conveniente. La ventaja de las unidades tradicionales es que llevan así siglos y milenios. Añado que esa permanencia a lo largo de tanto tiempo se basa en el principio del cuerpo humano como unidad básica. Así la yarda o la vara equivalían a un paso humano o a tres pies, o a 36 pulgadas. La pulgada era la longitud del extremo del dedo pulgar. La milla contaba con unos 1.600 pasos. Esa cantidad era divisible por dos varias veces y siempre daba un número entero. Claro que todo eso puede ser muy humano, pero tiene el inconveniente de la arbitrariedad. Desde luego, en el cómputo del dinero es irreversible la adopción del sistema métrico.

Francisco Consegal remacha que la unidad de la milla náutica (= 1852 metros) tiene una gran utilidad práctica, pues equivale a la longitud de un minuto de grado. Alberto Arce remacha la misma opinión. Es muy razonable mientras sigamos midiendo las circunferencias en grados y minutos. La totalidad de 360 grados se puede dividir por dos sucesivas veces.

Javier Lizarraga lanza su cuarto a espadas sobre el asunto del sistema inglés de medidas. En su opinión, la ventaja de ese sistema es que permite hacer más divisiones con números enteros. Es el caso de la docena de huevos o de churros. Observa también don Javier lo inexacto de la expresión "en otras latitudes" cuando nos referimos a territorios lejanos pero que están en la misma latitud geográfica del lugar donde residimos. Por ejemplo, Kansas City, Filadelfia, Ankara, Pekín y Madrid. Tiene toda la razón. Lo que ocurre es que "latitudes", en plural, no tiene por qué referirse a la estricta latitud geográfica (= distancia de un punto de la superficie terrestre a la línea del Ecuador). "Latitudes" alude, de forma impresa, a una zona de la Tierra. La precisión está bien para el lenguaje científico, pero a veces puede ser muy conveniente la imprecisión.

Rafael Jiménez Buendía está de acuerdo conmigo en que España debía de alojarse en el tiempo del meridiano de Greenwich. Es el que le corresponde geográficamente. De esa forma tendríamos la misma hora que Portugal. Señala don Rafael que la tradición de tener una hora más que la de Greenwich proviene de que los marinos del siglo XVIII tuvieran como referencia el meridiano de San Fernando (Cádiz). Concluye así el ilustrado don Rafael: "Somos el único país del mundo que, en la mayor parte de sus territorios, en horario de verano (marzo-octubre) lleva tres horas de adelanto respecto al Sol. Sí, tres horas, las dos obligatorias por acuerdo mundial, más la que corresponde a un territorio mayoritariamente al Este de Greenwich. Por eso los turistas se asombran de nuestros horarios, incluido lo tarde que oscurece en España, sobre todo hacia poniente". Claro que ese inconveniente ─sigue don Rafael─ es menor que el que ha tenido México, en el que el aeropuerto del Distrito Federal tenía una hora de diferencia respecto al horario del resto de la ciudad.

Francisco-Javier Sayas contrapone el caso de la India, con distintas horas, incluso con medios husos, frente al de China, que agrupa cuatro o cinco husos horarios con la misma hora. Precisamente, ese criterio chino es el que yo reivindico para Europa.

Aquí se han recogido diversas medidas cualitativas del tiempo. Añado ahora la que me comunica Germán Martínez. En su pueblo navarro de Falces se dice antes más para referirse a "un pasado no muy lejano". Me encanta la ambigüedad, el secreto de la comunicación humana.

Juan E. Martín resucita una curiosa anomalía del idioma español, la de decir "buenos días" o "buenas tardes" en plural, en lugar de "buen día", etc. como en otros idiomas cercanos. Para empezar, se trata de un deseo, no una descripción de lo que pasa. No es que haga un día estupendo (no llueve, no llueve; depende) sino que deseamos que "Dios nos dé buenos días". No es solo en el sentido meteorológico sino en el de una vida buena más amplia. Es lógico que esa petición abarque los buenos días en plural. Ahora se impone en España el deseo de que uno tenga "una buena tarde", por influencia quizá del catalán o de otros idiomas. Mal hecho. Es mucho más expresivo desear que uno tengo buenos días, tardes o noches en plural. Ese deseo puede ser indeterminado, pero esa es la gracia de la comunicación.

Anabel Almagro (Taipei, Taiwán) anota que hasta 1996 en Portugal regía la misma hora que en España. A partir de esa fecha los portugueses se pasaron a la hora británica. Sigo creyendo que es un disparate que los europeos occidentales sigamos teniendo horas diferentes. Asunto más discutible es si la jornada de la actividad humana tendría que ajustarse a la salida del Sol. Doña Anabel comprueba con satisfacción que en Taiwán sus habitantes se ponen en marcha antes de las 6 de la mañana. Puede que, en efecto, ese resorte sea más natural, pero tengo mis dudas de que la sociedad de servicios siga ateniéndose a la hora solar de manera estricta.

Juan Puyol recuerda la invasión de siglas y acrónimos en el mundo de los negocios. Así, el "primer trimestre" del año se denomina Q1 (porquarter). Está también el ROI (= return of investment), el TCO (= total cost of ownership), el ERP (= enterprise resource planning) o las IT (= information technologies). Añado que en español se dice con soltura TIC (= tecnologías de la información y la comunicación). Si se me deja opinar, mi impresión es que el uso de tales siglas empieza a ser una broma pesada. Su fin principal es la de confundir al lego, al ingenuo que viene de fuera.

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