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Amando de Miguel

La montaña parió un ratón

Lo más fácil ha sido seguir reproduciendo la fórmula de un Gobierno del PP o del PSOE en conjunción más o menos secreta con los nacionalistas.

Por fin, tras casi nueve meses de difícil preñez, parece que alumbra un nuevo Gobierno. Todo sea por no tener que recurrir a unas nuevas elecciones, que serían el hazmerreír del mundo. La montaña está a punto de parir un ratón, como dijo el clásico. Los súbditos nos preparamos para celebrar el feliz acontecimiento.

Se nota el nerviosismo por provocar el parto. Durante meses los líderes de los partidos han preterido los problemas de los contribuyentes. Solo se han preocupado de los sillones para dejar bien colocados a los fieles secuaces de cada partido o partida. Por ejemplo, nadie en el Congreso se ha preocupado seriamente de la pavorosa situación del sistema de pensiones.

Era mucho pedir que las señorías diseñaran una imaginativa solución del nuevo régimen político. Así que lo más fácil ha sido seguir reproduciendo la fórmula de un Gobierno del PP o del PSOE en conjunción más o menos secreta con los nacionalistas vascos o catalanes. La fórmula ha durado tanto que se ha hecho constitucional, es decir, constitutiva del cuerpo nacional. Por otra parte, ahora comprendemos perfectamente que los viejos nacionalistas vascos y los nuevos independentistas catalanes sigan queriendo lo de siempre: medrar a la sombra del Gobierno de España. Llevan 40 años haciéndolo y les ha ido muy bien. ¿Por qué no seguir con la mamandurria? Está claro que no desean la respectiva independencia de sus respectivos feudos, como aseguran en los discursos. Por cierto, con tantas ideas sobre la reforma de la Constitución, nadie plantea la urgencia de que en el Congreso de los Diputados solo haya partidos que pretendan representar a todos los españoles. La condición parece simplicísima, pero no se cumple.

La gran incoherencia del nuevo sistema es el papel de C´s. Su histórica razón de ser reside en el antinacionalismo. ¿Cómo entonces pactar con el PP? Muy sencillo: lo mismo que pactaron con el PSOE. “Si no le gustan mis principios, tengo otros”, que dijera Marx. Visto así, C´s es el más viejo partido de todos. Se comprende que sea necesario para lubricar la oxidada máquina de conseguir consensos.

Así que hemos logrado una perfecta continuidad con el régimen de la Transición. Nada de “segunda Transición”. Seguimos con la primera, solo que ahora no hay grandes figuras egregias, ni falta que hacen. Lo que ahora priva es el culto a la mediocridad.

Para mediocre, un tal Sánchez, el capitoste del PSOE. De poco le vale haber pasado por centros educativos de elite (el Ramiro de Maeztu, la Universidad de los agustinos en El Escorial). Hasta el final ha seguido anteponiendo sus fobias personales al interés del partido y de la nación. Todo hace suponer que va a ser sustituido en el partido por algún otro político más avezado. Será la única manera de que el PSOE pueda pasar dignamente a la oposición.

Respecto a las necesarias reformas políticas, abandonad toda esperanza. Serán solo cosméticas. Tendrán que contentar a los nacionalistas y a la base cultural progresista que sigue dominando el país y El País. Una ilustración: a los escolares de Madrid, gobernados por el PP y controlados por C´s, les van a enseñar que uno puede cambiar de sexo como de camiseta. La operación la paga la Seguridad Social. Queda por conquistar el derecho de los hermafroditas y el del matrimonio con mamíferos no humanos, pero todo se andará. Son cosas del caprichoso consenso, para no ser menos que la Transición de hace 40 años.

El espíritu de consenso lleva a que cualquier Gobierno apruebe nuevas subidas de impuestos. Esa va a ser la auténtica marca de la Legislatura que nos aguarda. Aunque quizá la gran unanimidad entre todos los partidos es que se van a repartir muchos más millones de euros para su funcionamiento. Los partidos diminutos podrán formar grupo parlamentario y se crearán nuevas comisiones para repartir más puestos. Todo ello significará más ingresos para los diputados. La carrera política constituye la forma más elegante de hacer dinero sin esforzarse demasiado. 

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