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Amando de Miguel

La política y los medios

Francisco Javier Elena (Madrid), filólogo y articulista, me llama la atención sobre el abuso del verbo escenificar, que emplean a troche y moche los comentaristas políticos. No soy muy dado a ese verbo, pero comprendo que se tire tan a menudo de él. La razón es que la política cotidiana se ejercita con un continuo sentido dramatúrgico. Los políticos salen a escena, declaman y gesticulan para el público. Sus acciones y parlamentos son “como si” respondieran a un guión. Al final, la crónica política se reduce a una sucesión de “declaraciones” de nuestros hombres públicos. Otra palabreja con sentido dramatúrgico que exaspera al filólogo es lo de “escenario” para arriba y para abajo. Equivale, según don Francisco Javier, a “posibilidad, expectativo o esperanza”, entre otros sinónimos. Total, una aburrición. Mientras la política siga siendo el gran teatro, o mejor, el gran guiñol, seguiremos abusando de las imágenes teatreras para describirla.
 
Jesús Gómez Taboada (Tordera, Barcelona) se alarma de algunas expresiones nuevas un tanto absurdas, por ejemplo, ¿qué tal? Se impone la contestación que se cree ingeniosa, “No tan bien como tú”. Confirmo que esa inexpresiva salutación, ¿qué tal?, se ha impuesto en los telediarios de TVE. Estamos perdidos. Pronto habrá un programa de la tele que se llame así. Quizá sea parte del proceso de laicización (perdón por el palabro), puesto que el saludo tradicional de “buenos días” (tardes, noches) es una contracción de “buenos días nos dé Dios”. El ¿qué tal? es consonante con la ausencia de Religión en las escuelas. Por lo mismo el despedirse con un “adiós” es de gente antigua (como yo). Ahora se dice chao o hasta luego.
 
Pablo Calvo Pérez (Madrid) se ve insultado como “raro, fascista, extremista y hasta asesino”. Él simplemente se considera “de derechas… con ideas propias, distintas a las del señor Rodríguez [Zapatero] y las de todo su séquito… [o las del séquito] del señor Polanco”. Don Pablo precisa que tiene 25 años y, por tanto no tiene ninguna vivencia de Franco. Entiendo que no puede ser más inexpresivo el insulto de “fascista” para calificar a los que son de derecha o liberales conservadores. Lo más probable es que, quien arroja ese insulto, tenga algún deje de la mentalidad fascista. Esa mentalidad está muy lejos del pensamiento conservador, liberal o incluso de derechas.
 
A Rafael Gabeiras le parece “muy elegante y elocuente” un artículo anterior sobre “El arte de insultar”. La verdad es que hace falta mucha destreza para insultar con gracia. Un ejemplo. Federico Jiménez Losantos empleó el otro día en la radio el verbo piafar para designar la actitud de Moratinos. Es una manera elegante de llamar cuadrúpedo al canciller español, puesto que piafar alude a la postura de los caballos cuando levantan las patas delanteras. Es una actitud que quiere ser desafiante, pero que no pasa de bravuconería.
 
Hay alguna aportación más al concurso de eufemismos. Miguel Núñez Sheriff (Málaga) recoge este titular en una página de la Cadena SER: “La policía sospecha que ETA tiene a dos personas estables en Madrid”. Don Miguel comenta que dos terroristas “no son ni personas ni estables”.
 
A propósito del escudo de España, José Vinaixa (Madrid) avanza algunos detalles de interés. El escudo de España de la época de Franco estuvo vigente hasta 1977 en que se alteró la forma del águila de San Juan. Ese escudo modificado es el que figura en el ejemplar oficial de la Constitución de 1978, aunque el texto constitucional no regula ningún escudo. En 1981 un decreto reguló el actual escudo. En conclusión, dice don José, “tanto el escudo de Franco como el de 1977 son preconstitucionales pero no anticonstitucionales”. Sí, señor. Javier Oñate redondea el argumento: “El actual escudo de España no es el constitucional, solo es el oficial”.

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