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Amando de Miguel

La superchería del cambio

Una vez más, la Historia se repite como farsa. Ahora la sociedad se mueve poco y la política, menos.

La palabra cambio fue un acierto movilizador en el proceso de transición del franquismo a la democracia. Se abrió a finales de los años 60, un decenio antes del "día de la gran orfandad", como decíamos entonces irónicamente. Se trataba realmente de una gran transformación, no solo de un régimen político a otro, sino de la sociedad misma, que experimentó por entonces la mayor aceleración de su historia. El secreto estuvo en la inmensa acumulación de esfuerzo de los españoles todos. El éxito no se lo pudo apuntar el Gobierno. La prueba es que se inmoló pacíficamente para dejar paso a los partidos políticos y la democracia.

Una vez más, la Historia se repite como farsa. Ahora la sociedad se mueve poco y la política, menos. Pero a los caudillos de la izquierda, especialmente a un tal Sánchez, se les llena la boca con "el Gobierno del cambio". ¿Qué quieren decir?

Nada. Se trata de una gran superchería. Si es por la economía, lo único que nos espera es más gasto público, más deuda, más déficit público y, por tanto, más impuestos. La alteración política fundamental es el desmantelamiento de la nación española, ya en marcha. La sociedad se encuentra estanca y desmoralizada. El cambio sin más puede ser perfectamente a peor.

De momento, lo que tenemos es un no Gobierno. La patraña del cambio significa que lo más probable es que sea de izquierdas, aliadas con los separatistas. La gran mistificación es que un Gobierno así, presidido por el compañero Sánchez, será fagocitado bonitamente por Podemos y los separatistas. En cuyo caso, que venga Dios y lo vea. Claro que el señor Sánchez ya habrá sido presidente del Gobierno y habrá podido hacer miles de nombramientos. Es lo único que le interesa. El hombre tiene razón. Si no consigue su empeño, tendrá que dejar la dirección del PSOE, que ya no es ninguna de las cuatro cosas.

El cambio pregonado consiste en un inmenso embaucamiento. Se reduce a una cuestión personal. Simplemente, Sánchez no puede resistir un gobierno presidio por Rajoy, aunque este tenga más escaños. Es una cuestión de odio visceral entre ambos, de resentimiento patológico. Por tanto, el pívot se aliará con el Diablo con tal de asesinar políticamente al gallego. O sea, "quítate tú para ponerme yo". A esa obscenidad se reduce la gran falacia del cambio. Todo lo demás son macanas, artimañas retóricas, teatro, postureo.

Lo más cierto es que llevamos más de tres meses en los que nuestros padres de la patria siguen cobrando sus sueldos y otros gajes, dispensando favores, acaparando cámaras y micrófonos. Mientras, la casa sin barrer. Aunque consiguieran in extremis formar una especie de Gobierno, se trataría más bien de un enredo más por efímero, flor de un día. Nuevas elecciones y vuelta a empezar. ¡Será por dinero! Mientras tanto, la economía a peor, más deuda, más déficit público, más impuestos. Esta es la fecha en que ningún dirigente político ha dimitido en vista del escandaloso fracaso de su tarea primordial de formar Gobierno.

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