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Amando de Miguel

Las máquinas de hacer dinero

La forma más directa para llegar al 'dinero sensual' es a través de los contactos que facilita la política.

Asombra la feroz lucha que se entabla en distintas organizaciones para llegar al poder de las mismas ("la cúpula", dicen). En los partidos políticos la llaman "primarias", una etiqueta bendecida por ser una importación de los Estados Unidos, algo así como el dulzón sirope de arce o la estridente música roquera.

¿Por qué tal ferocidad o al menos apasionada dedicación? Muy sencillo. Las grandes organizaciones (sean partidos políticos, clubes de fútbol, bancos u otras grandes empresas económicas) son para sus dirigentes verdaderas máquinas de hacer dinero. Desaparecida la nobleza o la burguesía agraria o industrial, lo que ahora cuenta para situarse en la cúspide social es el dinero por sí mismo en grandes cantidades. No es el dinero que se hereda sino el que se levanta. Hay una forma legítima y clara para conseguirlo: creando riqueza, dando trabajo. Es lo que Ramiro de Maeztu llamaba el "sentido reverencial del dinero". Frente al cual situaba el "sentido sensual del dinero", que consistía en acumularlo rápidamente para gozarlo y exhibirlo. En ello estamos.

Actualmente, la forma más directa para llegar al dinero sensual es a través de los contactos que facilita la política. Los clásicos grupos de interés o de presión son ahora grupos de decisión. Dado que la mitad del dinero que produce España se aloja en el sector público o en sus aledaños, los grupos de decisión se organizan para sacar la tajada correspondiente. Funciona aquí el efecto demostración de los economistas. Se ha podido visualizar recientemente en los antiguos políticos que han arropado la candidatura de Susana Díaz en las llamadas primarias del PSOE. Son claros ejemplos de los ilustres varones que han sabido enriquecerse con su paso por la política. Su inteligencia se prueba porque lo han hecho legalmente, a la chita callando, tirando de contactos y comprando testaferros. Ese ejemplo es lo que anima a tantos seguidores de Susana Díaz. Van directamente a gobernar, esto es, a satisfacer a los distintos grupos de decisión para repartirse el pastel del sector público, que ya es hemisferio. Naturalmente, no lo expresan así, sino que razonan que hay que incrementar el sector público para crear puestos de trabajo y proporcionar ayudas, subvenciones y regalías. A eso lo llaman "igualdad", que suena muy bien, pero que es aproximadamente lo contrario de lo que se proponen. Susana Díaz tiene la ventaja de que ese proceso lo ha conseguido con éxito en Andalucía.

El lector benevolente se preguntará para qué quieren enriquecerse los políticos y la cohorte de aduladores que los rodean. Erosionados otros muchos valores de emulación, sentido de la obra bien hecha o servicio público, queda solo el sentido sensual del dinero como razón del éxito. La forma más fácil de llegar a tal voluptuoso deleite es a través de los contactos que establece la política. Para ascender en ella no se exige ninguna cualificación. Ni siquiera se necesita haber leído mucho. Basta con aprender a repetir algunos lugares comunes y sobre todo saber adular al que manda o va a mandar.

La mejor demostración de mi tesis es que todos los partidos políticos parlamentarios están de acuerdo en un propósito: que el Estado debe gastar más dinero. Una buena parte del cual se deriva para el beneficio de los grupos de decisión, no solo los partidos políticos que gobiernan o van a gobernar.

Hay algo peculiar en la codicia por el dinero: no se satisface nunca, no existe posible saturación. Quien posee una buen a cantidad de dinero siempre se puede comparar con otro individuo cercano que exhibe más. De ahí la tentación de obtenerlo por medios ilegales, desde el simple robo (tan poco presentable) a los varios ardides de la llamada corrupción política. Ya lo asegura el dicho popular: "Yo no quiero el dinero; me basta con que me pongan donde lo haya".

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