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Amando de Miguel

Lecciones de Gramática para andar por casa

Cita como ejemplo de perisología el comentario que hizo Franco cuando salió el primer número del Reader´s Digest en España. El dictador "declaraba estar muy contento de que se publicara en España una revista tan universalmente conocida en todo el mundo".

Gabriel Ter-Sakarian Arambarri (gramático de guardia en esta seccioncilla) aclara que "el pretérito perfecto [ejemplo, este año he trabajado mucho] expresa un proceso ocurrido en el pasado pero dentro de una unidad de tiempo aún vigente, mientras que el pretérito indefinido [ejemplo, ayer trabajé mucho] se refiere a una unidad de tiempo terminado". Todo eso está muy bien, pero me da la impresión de que en la práctica las dos fórmulas se intercambian según se quiera dar un mayor énfasis a la relación con el tiempo. Por ejemplo, los gallegos se inclinan por el pretérito indefinido, aunque el tiempo de la acción siga vigente. Es una manera sutil de acordar que lo pasado pasado está. No logro explicar por qué esa obsesión de los gallegos por el presentismo. Fernando Ónega dirá, por ejemplo, en la radio: "Este año siguió subiendo la cifra de parados", como si ese proceso hubiera terminado. Para mí que esa forma de decir las cosas describe la realidad con una especial gracia.

Don Gabriel sigue enviándome lecciones de Gramática para legos. Así distingue el pleonasmo (figura del lenguaje que añade fuerza expresiva al juntar dos palabras con un significado parecido) de la perisología (el pleonasmo como vicio). Cita como ejemplo de perisología el comentario que hizo Franco cuando salió el primer número del Reader´s Digest en España. El dictador "declaraba estar muy contento de que se publicara en España una revista tan universalmente conocida en todo el mundo". Eso es perisología para don Gabriel. En cambio, pleonasmo es lo que canta El Fari: "te vas a casar con otro que no soy yo". Además de esas dos figuras, don Gabriel añade la batología (= repetición inútil, por ejemplo, "ni ná ni ná") y el datismo (= sinonimia innecesaria, por ejemplo, lisa y llanamente").

Encuentro que es difícil distinguir cuándo es un vicio o una virtud la repetición. Mejor será dejar lo de "pleonasmo" para todos los tipos. La ocasión determinará si lo que se repite es inútil o es un logro expresivo. A propósito de pleonasmo, J.J. Carballal recuerda la famosa frase de Isadora Duncan: "¡Virgen y mártir! ¡Qué pleonasmo!".

J. Mas observa que los viajeros de los autobuses urbanos suelen designarlos en masculino. Así, "el 7" o "el 56". Sin embargo, los conductores lo dicen en femenino: "la 7" o "la 56", quizá como referencia a la línea. Resulta curioso el hecho. Puede que el usuario perciba un autobús con el número correspondiente, pero el conductor se fije en uno u otro vehículo de la misma línea.

Danilo Pierleoni (Argentina) se plantea la duda de unos nombres que parecen en femenino, pero llevan el artículo "el" cuando van en singular. Por ejemplo, "el arma" y "las armas". Se pregunta el hombre cuál es el género verdadero. ¿Cómo hay que decir "el arma es peligroso" o "las armas son peligrosas"?

La duda se resuelve con entera facilidad. Hay una serie de voces femeninas que empiezan por <a> tónica (sobre la que descarga el acento al pronunciarlas). Así, "arma, aula, águila, hacha". Obsérvese que unas no llevan tilde y el "águila" sí la lleva. La razón es que "águila es esdrújula, tiene tres sílabas". Las otras son bisílabas (graves). Puesto que son palabras del género femenino en buena lógica tendría que decirse "la arma, la aula, el águila, el hacha". Pero así suenan mal (cacofonía) por la confluencia de las dos <aes>. Así que en esos casos lo correcto es decir "el alma, el aula, el hacha, el águila", pero en el bien entendido de que siguen siendo voces del género femenino en cuyo caso en el plural se dirá "las armas, las aulas, las águilas, las hachas". La regla de la cacofonía se aplica estrictamente en la confluencia de artículo y nombre, no cuando se interponga un adjetivo. Así se dirá "la letal arma, la magnífica aula, la majestuosa águila, la afilada hacha". Tampoco se aplica la regla de la cacofonía con un adjetivo que empiece con <a> tónica. Así, se dirá "la áspera arma". Igualmente restrictivos hay que ser para no aplicar la regla de la cacofonía a los adjetivos demostrativos "este" o "ese". Por tanto, se dirá "esta arma" y no "este arma".

La cuestión primordial es saber por qué "arma, aula, águila o hacha" son del género femenino. No basta con pensar que terminan en <a>, puesto que "problema" es masculino. El género de las cosas y los animales que no manifiestan claramente su sexo (aparato reproductor) se resuelve por la costumbre o por la etimología. Simplemente el género es masculino o femenino porque así lo es en griego o latín. Tiene su gracia que las cosas inanimadas o abstractas tengan género. Por ejemplo, "las virtudes" son femeninas y "los vicios" masculinos. Luego, cada vicio en particular suele ser femenino: la envidia, la ira, la gula, la avaricia, etc.

Lo más divertido para mí de toda esta historia es que yo no tengo siempre clara la regla que predico. A veces se me escapa "hay mucho agua", cuando lo correcto sería "hay mucha agua". Peor aún. Por alguna influencia que no logro detectar bien, tiendo a creer que "aceite" es femenino, y a veces se me escapa "la aceite" o "las aceites". Mal dicho; debe ser "los aceites" y "el aceite". Es claro que, si Homero dormitaba, yo me sumo en largos sueños.

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