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Amando de Miguel

Los antisistema con coche oficial

Los actuales antisistema se valen de todas las trapacerías para participar de las coaliciones que gobiernan o van a gobernar.

Los actuales antisistema se valen de todas las trapacerías para participar de las coaliciones que gobiernan o van a gobernar.
EFE

Las únicas aportaciones originales de los españoles a la historia de los movimientos políticos contemporáneos han sido el carlismo y el anarquismo. Puede que fueran dos versiones antitéticas de lo mismo.

Un hispanista tan apasionado por todo lo español como el inglés (del grupo exquisito de Bloomsbury) Gerald Brenan encontró la clave para entender su Laberinto español en el anarquismo. También es curioso que, llegado el momento de la Transición democrática de 1977, se recobraran todas las formaciones políticas del pasado, excepto el anarquismo. No apareció de momento, pero, pasado el plazo de una generación, se presentó con brío juvenil un remedo de la vieja acracia española. Me refiero a esa repelente mixtura que forman las mesnadas de Podemos con las Mareas gallegas, la catalana CUP (Candidatura de Unidad Popular) y los antisistema de todos los pelajes. Parecerán excrecencias, pero siempre fueron veleidades admiradas por otros militantes de la izquierda.

No hay más que recordar el lamentable soneto de Antonio Machado, que así se cierra: "Si mi pluma valiera tu pistola/ de capitán, contento moriría". Es un homenaje a Enrique Líster, el famoso revolucionario anarquista que traicionó a los suyos y llegó a ser general del Ejército soviético con Stalin. Organizó la lucha de los maquis españoles en los años 40. Murió tranquilamente en 1994, tras regresar a España en 1977. Antonio Machado no tuvo tanta fortuna.

Otro ejemplo imperecedero de fervor anarquista es la célebre novela y película de Ernest Hemingway Por quién dobla la campana. Por cierto, no se sabe por qué el traductor se empeñó en que fuera Por quién doblan las campanas. Esa obra del enamorado de España supuso un enaltecimiento internacional de los anarquistas y comunistas españoles durante la guerra civil.Perdieron la contienda, pero gozaron de una buena prensa. Todavía hoy se repite en todo el mundo y en castellano el grito de la Pasionaria: "¡No pasarán!". Bueno, realmente pasaron, pero esa es otra historia.

Bien es verdad que los antisistema hodiernos no son tan líricos ni tan patibularios como sus ancestros. Baste decir que normalmente han pasado por la universidad, lo cual tampoco es una garantía, vista lo jamona que está últimamente el alma mater. Hoy algunos másteres se hallan al alcance de cualquiera.

Los actuales antisistema no reniegan de las mieles del poder político. Antes bien, se valen de todas las trapacerías para participar de las coaliciones que gobiernan o van a gobernar. Al menos se envanecen con algunos altos cargos municipales o regionales, lo suficiente para poder disfrutar de coche oficial, aparte de otras sinecuras. ¡Qué gran cosa debe de ser hacer la revolución sin apearse del coche oficial! El cual requiere al menos dos turnos de chóferes, no vaya a ser cosa de explotar al obrero.

Se entiende que estos nuevos populistas recobren, embelesados, las viejas palabras del anarquismo histórico: federación, solidaridad, reparto, acción directa. Tampoco hacen muchos ascos al entendimiento con los terroristas. ¿No han llegado a decir los de la CUP que el verdadero terrorista es el Rey? La auténtica alma anarquista se revela al propiciar la okupación de algunas viviendas, por lo general de gente humilde. Puede ser una extraña forma de solidaridad. Intentan recuperar el sueño del reparto, no tanto con la nacionalización de los latifundios como con la de las grandes fortunas. Claro que no pasan de una especie de proyecto utópico para satisfacer las ansias idealistas. De lo que no se privan es de la alianza con los separatistas, ahora considerados como soberanistas. Todo sea por disfrutar del coche oficial de alta gama.

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