La lengua castellana es una corriente viva que acude continuamente al hontanar del latín. Esas visitas derivan en cultismos, palabras nuevas que incorpora el lenguaje científico o literario. Con el tiempo, el pueblo acaba por asimilar esas nuevas voces cultas. Ahora tenemos una nueva moda, la de los cultismos vulgares lejos de reducirse a la minoría científica o literaria, la novedad prende en el habla popular. Por ejemplo, el “inicio”, que todo el mundo prefiere a “comienzo” o “principio”. O también, el “edil”, que sustituye con decisión a “concejal”. Los cultismos populares dan un aire pedante a los discursos políticos.
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