Los diccionarios nos dicen que “fan” es una palabra inglesa, aceptada por nosotros, como apócope de “fanático”. No es así. Es vocablo que viene del mundo anglicano, pero, a su vez, significa “abanico” y procede de una palabra latina que significa “zaranda”. Lo típico de los (o las) fans no es el fanatismo sino la admiración por alguna personalidad de renombre. En inglés se dicen “celebridades”; nosotros, “famosos”. Los y las fans revolotean alrededor de su personaje admirado, lo que recuerda el movimiento del abanico o de la zaranda (vannus). En cambio, “fanático” viene de “fanum”, templo o lugar sagrado, originariamente pagano.
Me parece un purismo excesivo lo de desechar la voz “fan” y acudir a las versiones autóctonas, como “admirador, aficionado, hincha”, etc. Ninguna de ellas es tan expresiva como la que establece “fan”. Lo único criticable es la confusión entre el singular y el plural, que se produce en ocasiones. No es infrecuente que un amigo me diga: “Mi mujer es una fans tuya; no se pierde ninguna tertulia de la radio”. Le sobra la ese, claro está, aunque todos nos entendemos. En cambio, como plural está mejor dicho “fans” que “fanes”, o por lo menos suena mejor.
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