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Amando de Miguel

Más divagaciones sobre la cultura y el arte

José María Navia-Osorio está de acuerdo conmigo en que “para ser culto hay que ser curioso”, pero añade que “hay que saber estructurar mentalmente y relacionar lo que se ha ido descubriendo”.

Los comentarios sobre la cultura y el arte desbordan mi disco duro o como se llame. Miguel Higueras señala algo muy original, que cultura es lo que no necesita mediación genética. No lo había pensado yo. No sé si se puede separar lo genético de las obras humanas. Insisto en que, para mí, la cultura es lo valioso, la obra admirable. Por tanto, esa apreciación es relativa al tiempo en el que se hace. En los museos arqueológicos hay piezas que han sido encontradas en los basureros de la antigüedad. El artefacto se ha realizado siempre por alguna mano humana. Realmente, el hombre es el único animal que tiene manos, es decir, inteligencia.

Puesto que las piezas de cultura son producto de una interacción entre el autor y el observador, es fundamental la voz "interactuar". Íñigo Benjumea me dice que no le gusta mucho ese verbo, cuando podríamos decir "relacionarse con" o expresiones análogas. Siempre es mejor una palabra que dos. Pero lo fundamental es que "interactuar", o mejor, "interaccionar", indica cierta reciprocidad, un camino de ida y vuelta. Así pues, son palabras necesarias, por mucho que parezcan barbarismos. Precisamente la cultura es la misteriosa comunicación recíproca entre el autor de la obra (aunque sea anónimo) y el observador. Es el caso de un libro, de un objeto artístico, de una pieza musical.

José María Navia-Osorio está de acuerdo conmigo en que "para ser culto hay que ser curioso", pero añade que "hay que saber estructurar mentalmente y relacionar lo que se ha ido descubriendo". Esto conforme; todavía más cuando el de Oviedo sintetiza que la cultura es "buscar cosas nuevas para aprender". Sí, señor. Él lo dice a propósito de los museos que ha visitado en este puente.

Hug Banyeres insiste en que "la curiosidad es un vicio, opuesto a la estudiosidad y padre de otros desórdenes". En apoyo de su opinión cita a Santo Tomás. No me parece que Santo Tomás vaya a dilucidar nuestras dudas en todo. En latín la curiositas tenía el sentido ponderativo que se da hoy en inglés y que yo asimilo. En latín el curiosus podía ser también algo así como un inspector de Hacienda. En cambio, en el español clásico (que todavía pervive en la primera acepción del DRAE), la curiosidad es algo desdeñoso. Habría que superar esa idea de curiosidad como vicio. Es más bien una virtud, la base de la ciencia, de la disposición a aprender y, sobre todo, de la actitud del aprendizaje como placer. No otra cosa me lleva a escribir en este rincón de Libertad Digital.

La actitud curiosa nos lleva a comprender y asimilar el carácter cambiante de la lengua. Por ejemplo, Enrique Girona me sugiere que no le gusta mucho eso de "azafatos", el masculino de "azafatas". No le gustará mucho, pero se impone. Es cierto que, en su origen la "azafata" era un nombre esencialmente femenino, como "virgen" o "puta", con perdón. La azafata era la distinguida criada de la Reina, la "menina", como en el famoso cuadro de Velázquez. Pero, por lo mismo que hay criadas y criados, camareras y camareros, no sé por qué no va a haber azafatas y azafatos, enfermeras y enfermeros. Don Enrique sugiere que, de seguir así, tendríamos que decir también "pilotas" de avión, cuando son mujeres. Podría ser, pero hoy no suena. Esto del femenino y el masculino se rige por el oído, esto es, la costumbre. Me repugna lo de "miembra", pero no lo de "socia".

Agustín Fuentes me envía una larga y enjundiosa disertación sobre el arte como producto cultural excelso. Distingue entre el arte tradicional (en el que se sabe el significado) y el arte contemporáneo (él dice moderno), en el que se ha roto esa comprensión. Creo que don Agustín exagera la dicotomía. Muchos coetáneos del Greco no entendían bien sus cuadros; ahora nos parecen clásicos. Me imagino que algo así cuando los romanos descubrieron el arco, que es casi lo único que añaden a la arquitectura griega. Cuando contemplamos las pinturas de Altamira no sabemos bien lo que significan, pero nos resultan admirables. Sostiene don Agustín que en el arte contemporáneo nos tienen que explicar las piezas. Es cierto en muchos casos, pero también merecen una explicación las obras de arte antiguas. Igualmente sostiene don Agustín que las obras de arte clásicas están hechas para durar y las contemporáneas son efímeras. No estoy muy de acuerdo. La Torre Eiffel se hizo para desmontarla después de la exposición de París y ahí está. Muchos artefactos de los museos arqueológicos los admiramos como obras de arte y en su día se fabricaron como algo efímero. Habrá que seguir razonando y discutiendo.

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