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Amando de Miguel

Me dan la razón

No todo van a ser censuras. Me anima mucho que algunos corresponsales me den la razón respecto a algunas de mis manías léxicas. Por ejemplo José Vinaixa Ramírez, de Madrid, se une a mi sentimiento de que queda mejor lo de “el alma máter”. No es un capricho. Así se ha dicho durante siglos. En la Universidad de Columbia, donde yo estudié, hay una simbólica estatua de una matrona romana: “Alma Mater” pone en la peana. García Lorca se hizo una foto junto al alma máter de Columbia, y yo también. De todas formas, el amigo Vinaixa (qué bien suena) propone que digamos mater alma para acallar a los descontentos. De nada servirá. Seguirán diciendo “la máter alma”. Luego cabalgamos.
 
Conchita Fernández me apoya con alegría lo de “el alma máter” por ser “una expresión sustantivada, casi un nombre propio”. Exacto, doña Conchita. Ya de paso, mi corresponsal me recomienda que “huya del leísmo”. Créame, doña Conchita, hago lo que puedo, pero el leísmo se impone por doquier. Caía en el vicio hasta el mismísimo Cervantes, puede que por su estadía en Valladolid. Qué quiere que le diga (¿o la diga?), pero a mí el leísmo y el laísmo, sin abusar, me hacen gracia. Y eso que yo, de nación, soy más bien loísta.
 
En cambio, mi decisión de aceptar el verbo inmolarse para la conducta de los terroristas suicidas de la facción islámica merece algunas quejas. Por ejemplo, la de Javier Hernández-Pacheco, de la Universidad de Sevilla. Su razonamiento es sagaz. Viene a decir que el terrorista suicida asesina a otros fuera de los usos de la guerra, luego no es un kamikaze ni se inmola. Don Javier presupone una razón de nobleza en la voz “inmolarse”. No es así en todos los casos. Los sacrificios paganos inmolaban a las víctimas humanas o a los animales (la famosa hecatombe o sacrificio de los cien bueyes). Para ellos esa acción era nobilísima, aunque para nosotros sea una salvajada. Por lo mismo, la viuda que se inmolaba a la muerte del marajá nos parece hoy una costumbre rechazable. Pero se inmolaba. Para mí el suicida es menos peligroso que el que se inmola. Por cierto, los mal llamados etarras no se inmolaban, simplemente asesinaban, entre otras fechorías. Por fortuna, hoy están casi desaparecidos. Aitor nos asista.
 
Me feliciten o me recriminen (o incriminen), lo fundamental es que nos interesamos todos por las palabras. No hay que tener miedo a inventar nuevas voces cuando se requieran. Por ejemplo, se puede sospechar que esa acción de los terroristas islámicos que mueren matando no tiene un verbo aceptado. No son propiamente kamikazes (matar a inocentes, no solo a combatientes) ni se inmolan como lo hacían las víctimas de los sacrificios rituales. Recuérdese el sacrificio de Isaac. Así que lo de morir matando de los terroristas islámicos quizá fuera algo así como matancear. Ya oigo a los puristas puritanos purificándome.
 

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