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Amando de Miguel

Nacionalistas y "nacionatontos"

Melchor Sánchez de Toca me recuerda la opinión de André Gide para quien "un nacionalista es uno que tiene un amor pequeño y un gran odio". Me parece una observación muy atinada.

Me escribe, con su nombre, un vasco (que quiere permanecer anónimo) sobre el asunto de Euskal Herria. Según cuenta mi comunicante era una expresión proscrita por el PNV, al considerarla folklórica. La utilizaban mucho los carlistas, por ejemplo, el bardo Iparraguirre. No hace mucho los batasunos consideraban fachas a los que decían Euskal Herría. Los del PNV propusieron como alternativa "Euzkadi" un neologismo que sí significaba "Estado vasco". Por cierto, mi comunicante que quiere permanecer anónimo me recuerda la verdadera traducción de EAJ, que no es PNV, sino Partido Vasco de los Partidarios de Dios y de las Leyes Viejas. Añado que las misteriosas Leyes Viejas son los Fueros, algo que no es privativo de los vascos.

Raúl de Gasteiz insiste en que yo estoy equivocado al decir que euscalerría es una creación nacionalista. Tiene razón don Raúl. Se trata de un término cultural muy anterior al nacionalismo vasco del PNV. Lo que ocurre es que ahora ha sido reivindicado por el nacionalismo vasco más extremoso.

Jaume Pubill Gamisans asegura: "Por eso somos tantos –cada vez más– [los] que nos interesa estar en españa [sic]. No nos entienden ni nos van a entender nunca. ¡Que ustedes se queden bien! ¡Sin nosotros estarán mucho más a gusto!". Pero los nacionalistas catalanes, como don Jaume, no sólo están en España sino que son españoles. Otra cosa es que no quieran serlo, pero esa será su esquizofrenia.

Pedro Campos dictamina así mis escritos: "su nacionalismo españolista tiene un carácter áspero, hosco, en definitiva violento". Es la primera vez que alguien me ha dedicado esos epítetos. Don Pedro me asegura que en Cataluña todos los escolares reciben las mismas horas de Lengua y Literatura catalana como castellana. Y se queda tan fresco el hombre.

Francisco Caja me envía el texto de su intervención en el parlamento de Cataluña en defensa de la enseñanza en lengua materna y el bilingüismo escolar. Transcribo unos párrafos de este sensato discurso: "Demandamos la reintroducción de un modelo de enseñanza efectivamente bilingüe que evite la discriminación de los escolares por razón de lengua… Queremos que todos los escolares de Cataluña reciban una educación bilingüe, que todos aprendan el catalán y el castellano… La lengua materna de la misma persona puede cambiar a lo largo de su vida, incluso hasta varias veces. El Gobierno de una sociedad bilingüe, si es democrático, si quiere ser verdaderamente democrático, debe considerar como propias las lenguas que hablan los ciudadanos a los que representan a o dicen representar". Tengo entendido que, al empezar el discurso Francisco Caja, muchos diputados se salieron en bloque de la cámara. Sospecho que se iban corriendo a Habilitación por ver si cobraban la paga de Navidad.

Melchor Sánchez de Toca me recuerda la opinión de André Gide para quien "un nacionalista es uno que tiene un amor pequeño y un gran odio". Me parece una observación muy atinada. Desde luego, en España no se podrían entender los nacionalismos (aunque no todos) sin un lacerado odio a España. Claro que, solo si se es español se puede odiar verdaderamente a España. En cambio, no hace falta ser español para amar a España.

Manu Dopazo comenta: "Creo que se equivoca –intencionadamente o no– en el supuesto odio a España [de los nacionalistas]". Respecto a la inmersión lingüística, don Manu es decidido partidario, pero con un criterio generoso y realista: "No podemos permitir que se prive a los niños gallegos de ser competitivos en el mundo globalizado. Deben aprender gallego primero y luego castellano e inglés a la par". No creo que ese deseo se esté cumpliendo. Discrepo de la opinión sobre la ausencia de odio a España de los nacionalistas, sobre todo vascos y catalanes. Es más, sostengo que, para reafirmarse y desprenderse de España, los nacionalistas verdaderos necesitan odiarla.

Íñigo Martínez-Labegaría (Budapest, Hungría) me obsequia con este piropo: "Hace unos días hable con el señor Kertesa, el último premio Nobel que conozco. Su cara es dulce –no necesita su cabalística nariz, don Amando, para saber que es judío– y me importaba porque me gusta cómo escribe". No queda claro qué tiene que ver mi nariz con todo esto. En todo caso, las alusiones al aspecto físico de las personas me parecen de muy mal gusto; a mí a veces me ofenden. Así que no me animo a contestar la pregunta de don Íñigo: "¿Cuándo va a reconocer que los resultados educativos del Gobierno nacionalista vasco son mejores que los de los gobiernos no nacionalistas en general, como aclaran los estudios sociológicos, estadísticos?". Espero que alguien conteste por mí, aunque su nariz no sea "cabalística" (de cábala judía).

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