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Amando de Miguel

Navidades de colores

Este año las Navidades blancas lo son simbólicamente porque en la vida pública española se empieza desde cero a un nuevo estilo de gobernar.

Pasó el tiempo de las Navidades blancas. Primero porque no nieva en la mayor parte de las ciudades. Segundo porque el color ya no añade coste ni a las imágenes publicitarias ni a los partidos políticos. Tercero porque no está claro que sean tiempos de paz, ni siquiera a los hombres de buena voluntad.

Ha concluido la Transición con la alternancia en los Gobiernos de la gama del azul o el rojo. El espectro político se complica con nuevos colores hasta parecer la enseña de la sexualidad desviada (homo, trans, bi) o la bandera de La Rioja. Emergen el morado de penitencia y el naranja, que no es más que la mezcla de los dos colores de la bandera nacional (rojo y amarillo). Las posibles combinaciones de colores dan resultados borrosos. El azul y el naranja proporciona algo parecido al violeta, que nos acerca al lúgubre morado. La mezcla de rojo y morado arroja un tono castaño, que no asegura nada bueno.

Los niños (privilegiados ellos) son quienes más ganan con el sincretismo de las Navidades. Ahora les traen regalos tanto Santa Claus como los Reyes Magos, en alegre camaradería los cuatro. Los renos pastan tranquilamente con los camellos en plácida alianza de civilizaciones de rumiantes. El belén coexiste tranquilamente con el árbol navideño.

Una empresa (a la que en su día di mi tiempo gratis) me envía un original regalo navideño: una cajita de diseño con el color corporativo. Dentro solo lleva una tarjeta diciendo que este año el dinero de los regalos va para las oenegés. Todo muy edificante y una pizca cursi. Más práctico es el regalo de otra empresa (a la que también he dedicado mi tiempo de balde), que me envía unas viandas al modo tradicional. A su vez, me sirven para regalárselas a otras personas para cerrar la cadena de agradecimientos. Ese es el verdadero color de las Navidades.

En español preferimos el plural de las Navidades, porque es el número que ponemos a las fiestas, las vacaciones, los sanfermines, los toros, las uvas, las elecciones y demás cuchipandas. Navidades no es una traducción de Christmas. Esa voz no va en plural; es una apócope de "la misa de Cristo", la del "gallo" para los españoles.

El color comercial de las Navidades importadas es definitivamente rojo Santander por el traje de Santa Claus y el de la efímera poinsettia, que florece por estas fechas. Ese mismo tono es el que resalta en los elementos decorativos, como las bayas del acebo. Se podrá buscar una significación política a tal cromatismo. El resultado de las elecciones del día 20 nos lleva a una paradoja. El partido azul obtiene más votos que otros, porque aparecen desmenuzados. Pero el retrato se parece más al rojo de las elecciones de 1936. La memoria histórica nos persigue.

Este año las Navidades blancas lo son simbólicamente porque en la vida pública española se empieza desde cero a un nuevo estilo de gobernar. Se trata de la eventual colaboración de distintos partidos políticos. Adiós para siempre a las mayorías absolutas. Vamos a ver si sabemos hacerlo. De momento nos parecemos más a Portugal, Italia o Grecia. Es decir, nos encontramos en esa Europa meridional que con tanta suspicacia miran desde los países hanseáticos.

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