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Amando de Miguel

Neologismos para amenizar el habla

Segundo "¡Oh no!": "Momento infinitesimal cuando uno se da cuenta de que cometió un serio disparate, como apretar la tecla enviar a todos".

Paco Romero (Madrid) arguye que el verbo "inicializar" no es simplemente una degradación de "iniciar" como yo suponía. Al menos en la jerga informática, "inicializar" –señala don Paco– es dar valores por primera vez a las variables de un programa. No dudo de que ese sea su correcto sentido técnico, pero para las gentes del común, reitero que "inicializar" es simplemente un alargamiento de "iniciar". Aun así, observo que hay un abuso de ese verbo "iniciar" y de sus derivados. Por lo visto, lo de "comenzar o empezar" parece que son tareas vulgares. No me siento cómodo con esa querencia.

Un libertario que desea ser anónimo me envía la referencia de un libro publicado por el Instituto Navarro de la Igualdad. Se titula Guía sobre estrategias de comunicación incluyente. No tengo ni idea sobre el significado de "incluyente". ¿Alguien puede ilustrarme sobre el palabro?

Juan J. Carballal se admira del neologismo "procesionar" (= sacar en procesión). A mí me parece muy potable.

Eduardo Fungairiño recuerda que hay un término en la aeronáutica naval (curiosamente anterior a la aeronáutica terrestre) que es "anavear" (= posarse un avión o helicóptero en la cubierta de un barco acondicionado para esa función). En cambio "amerizar" equivale a que los hidroaviones se posen sobre una lámina de agua. Entiendo que ahora ese término se ha ampliado al regreso de las cápsulas espaciales, que normalmente se posan sobre el mar. No encuentro "anavear" en los diccionarios, pero me gusta el término. Otra cosa. ¿Cómo se puede llamar a la acción de una nave espacial que llega a un plantea gaseoso?

Manuel Gago García anota este titular en ABC: "El cambio de horario de verano producirá un mini jet lag". Don Manuel lo traduce por "una hora menos de sueño", que naturalmente nada tiene que ver con los viajes en avión. Pero lo del "jet lag" queda muy bien.

Julià Plana i Pujol se queja del abuso de la voz "tecnología" en lugar de la más sencilla "técnica". Le doy la razón. En buena lógica, la "tecnología" (palabra griega) es el conjunto teórico que permite sacar partido al conocimiento. Luego pasó a ser el lenguaje propio de algún campo científico. Después derivó en la serie de procedimientos de ese campo científico. Popularmente es ahora el complejo de cachivaches o artefactos recién descubiertos. Es un buen ejemplo de la evolución o de la degeneración de algunas palabras.

Alfonso J. se queja del uso de un verbo tan bárbaro como "implementar" que resulta "imprescindible en el régimen sociata andaluz". No hay por qué irritarse. El neologismo está ya ampliamente aceptado. Se refiere a la acción pública de adoptar medidas para conseguir los fines propuestos. Se puede aplicar también al mundo de la empresa. Es parte del vocabulario organizativo que tantos nuevos términos necesita. El verbo proviene del inglés implement (= herramienta, útil, instrumento), que, a su vez, se genera a partir del latín implere (= llenar, ejecutar, realizar). No parece un origen extravagante.

León Zeldis Mandel (Israel) me envía algunos neologismos eutrapélicos. Transcribo una muestra:

Testiculación: "Mover agitadamente los brazos mientras se dicen boludeces [= gilipolleces]".
Día salmón: "Experiencia de pasar todo el día nadando contra corriente para que al final te revienten los huevos".
Mantenimiento percutivo: "Arte de reventar a golpes un aparato electrónico para que vuelva a funcionar".
Segundo "¡Oh no!": "Momento infinitesimal cuando uno se da cuenta de que cometió un serio disparate, como apretar la tecla enviar a todos".

Antonio García Vilanova sostiene que el afán de ciertas innovaciones léxicas no es más que un truco para ocultar la ignorancia. Pone como ejemplo "la crítica al lenguaje supuestamente machista" al forzar el femenino del participio activo que siempre se construyó como < -nte>. Por ejemplo "de salir, saliente; de cantar, cantante; de ser, ente". Así, se dice "capilla ardiente (y no ardienta), estudiante (y no estudianta), dirigente (y no dirigenta)", etc. De no aceptar esa regla gramatical para forzar el femenino de muchas palabras, tendríamos que decir "dentisto, poeto, sindicalisto, pianisto, electricisto y sobre todo machisto". Quede ahí para la polémica. Estoy de acuerdo con el principio enunciado por don Antonio, pero entiendo que la lengua es algo fluido, en cuya corriente interviene mucho el uso. Así, está el gobernante, pero tenemos la gobernanta de un hotel. En su día se acuñó el neologismo "suripanta" (= chica de alterne, diríamos hoy), actualmente en desuso, pero que nunca admitió el masculino. De "plantar" viene "plante", pero también "planta".

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