Cuando ocurre un suceso sangriento o aparatoso, sea un accidente o un delito, los encargados de averiguar los hechos se ponen en marcha. Muchas veces no tienen ni idea de cuál haya sido la causa del desastre y menos aún los responsables, si los ha habido. Esa ignorancia ha de ser ocultada a la opinión. Ahí es donde entra la maravilla del lenguaje. Parece mentira que se repitan una y otra vez las mismas vaciedades de las declaraciones oficiales, pero así es. Una, inmediata, es que “se ha abierto una investigación” o “está en marcha una comisión” para averiguar lo ocurrido. Como sigue la ignorancia, hay que decir alguna cosa más. Caben varios latiguillos, todos de la misma especie. Por ejemplo, “caben varias posibilidades”, o mejor aún, “no se descarta ninguna hipótesis”. Es decir, se sigue sin saber nada sustancial o no se quiere proclamar lo que se sabe. Si realmente no se descartara ninguna hipótesis, ese movimiento significaría que podría valer cualquier explicación. Es evidente lo estúpida que es esa forma de razonar. Ninguna autoridad con cabeza tendría que atreverse a decir que está manejando todas las hipótesis posibles para explicar un suceso desgraciado. Desgraciadamente, la frasecita se oye con frecuencia.
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