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Amando de Miguel

Obsoletos a la violeta

Me temo que habrá que cerrar el Escorial o las catedrales medievales por obsolescentes.

La voz obsoletus en latín significa "anticuado, fuera de uso". Se introdujo en el inglés por los científicos para señalar la anómala persistencia de algunos órganos en la evolución de ciertas especies. El cultismo se convirtió en un neologismo común muy prestigioso para designar algo pasado de moda, inaceptable para los que estaban al día. Enseguida se importó por la comunidad hispanohablante, su parte más cursi. Bastaba con el pedigrí de la doble importación del latín y del inglés. El sustantivo obsolescencia constituía un magnífico polisílabo para poder presumir de cultura. Ahora es un término favorito de los departamentos de márketing, de atención al cliente o de recursos humanos.

Un amigo mío, escritor, acaba de descubrir que en su casa aparecen algunas molestas humedades a causa de las tuberías del vecino de arriba. Consulta con la compañía de seguros para que le abonen el coste de los arreglos correspondientes. Pero, ay, no se ha leído la letra pequeña. Resulta que no corresponde la bonificación por "obsolescencia sobrevenida". Naturalmente, los astutos aseguradores pueden aplicar tal cláusula a cualquier incidente que pueda dañar el hogar. Los elementos de la casa que lleven algunos años son susceptibles de generar daños por "obsolescencia sobrevenida". Que quiere decir que la compañía de seguros no se hace cargo. Constituye un misterio cómo se calcula la tasa de obsolescencia de los inmuebles. Me temo que habrá que cerrar el Escorial o las catedrales medievales por obsolescentes.

Otro caso, este de mi experiencia personal. Desde los tiempos de estudiante me aficioné a la marca HP por sus excelentes calculadoras, tan eficaces para resolver mis problemas de estadística. Hace poco adquirí un ordenador HP, que funciona admirablemente, salvo algunos erráticos caprichos. Naturalmente, me aprovisioné de una impresora HP, un último modelo, que es casi inteligente. Lástima que hace unos días se paró al no leer que había suficiente papel, cuando la bandeja se encontraba medio llena. Supongo que el fallo debe de ser simplicísimo. No fue esa la opinión de la casa HP, a la que acudí para que me remediaran el percance. La respuesta de la atención al cliente me dejó estupefacto: "HP no repara ningún producto. Ya puede usted tirar a la basura su impresora. En este caso le haremos un pequeño descuento si adquiere otra similar. Nuestro principio es el de la obsolescencia programada". Menos mal que se trataba de la atención al cliente.

Caí en la cuenta, pecador de mí. La sociedad toda funciona con el principio de la obsolescencia programada. Por eso me jubilaron forzosamente, como si a mis años ya no supiera leer, escribir o dar una clase. No admiten quejas ni reclamaciones. Eso es el estado de bienestar y punto. Habrá que ir pensando en objetivos o propósitos que se resistan a ser declarados obsoletos. Decididamente, mi mundo no es de este reino.

En España

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