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Amando de Miguel

Palabras discutidas y curiosas

Sobre la polémica de los aerogeneradores, Juan Pereira me comunica que en Galicia los llaman eólicos. Añado que por lo menos rima con bucólicos. Lo que comenzó siendo un destrozo del paisaje, se convertirá en un elemento natural de ese paisaje.

Lorenzo Martínez certifica que en la Maragatería (León) se llama corte a lo que en otras zonas se denomina cuadra; la cortina es una parcela contigua de la casa. Una vez más, se demuestra que algunos pretendidos localismos no son tales sino bien generales.

Más datos. Diego López Ordóñez anota que en Don Benito (Badajoz) se dice cortinal a un espacio cerrado, contiguo a la casa, donde se tiene algún ganado doméstico y se cultiva algo de huerta.

Así pues, mi impresión es que el apellido Cortina (tan asociado hoy a la oligarquía económica) bien rural es. Por cierto, el segundo apellido de Miguel de Cervantes no era Saavedra sino Cortinas.

Ramón Úbeda Pitarch me consulta la diferencia entre las acciones de procurar e intentar. Son muy cercanas. Uno procura algo valioso al tratar de conseguirlo. Intentar es casi lo mismo, pero se fija más en la disposición para ponerse a la tarea, preparándose y comenzando a ejecutarla.

Rafael Tormo se refiere a las palabras que cambian de significado. Cita el caso de ambicioso, que "en castellano era claramente peyorativo y, ahora, por contagio del inglés, ambicioso es un adjetivo con connotaciones positivas." Así, "un ambicioso proyecto", un "joven y ambicioso investigador", en ambos ejemplos como loa. En efecto, el Tesoro de Covarrubias (1611) define la ambición: "codicia demasiada y diligencia extraordinaria en alcanzar grandes honras y mandos, dignidades y magistrados". Añade: "los tales ambiciosos van y vienen, vuelven, rodean y transforman el mundo a fin de salir con sus pretensiones". El étimo es el verbo latino ambio (= rodear, cercar, pretender con ansia, afanarse). Añado que el cambio de sentido no es reciente y no se debe a un mimetismo del inglés. El Diccionario etimológico de Roque Barcia (1880) dice que "la ambición, encaminada a buenos fines, puede llegar a ser runa virtud heroica, una inmensa virtud social." La idea está ya en el hispano Quintiliano: "Aunque la ambición sea propiamente un vicio, también puede ser, con frecuencia, fuente de virtudes". Es fundamental la idea del ambicioso como un individuo inquieto (otra voz que ha pasado de ser despectiva a ser edificante). De todas formas, hay que matizar lo de "noble ambición" (para indicar el sentido encomiástico que quiere darse a esa virtud. Es algo parecido a lo de "sana envidia". Quizá haya aquí un matiz: la ambición puede ser noble, pero el ambicioso es casi siempre despreciable. En El coloquio de los perros, de Cervantes, Berganza se refiere a la "ambición generosa, la de aquel que pretende mejorar su estado sin perjuicio del tercero." Ortega y Gasset profetizó que "a su tiempo nacerá un Newton del placer y un Kant de las ambiciones".

Sobre la polémica de los aerogeneradores, Juan Pereira me comunica que en Galicia los llaman eólicos. Añado que por lo menos rima con bucólicos. Lo que comenzó siendo un destrozo del paisaje, se convertirá en un elemento natural de ese paisaje. Recordemos que, en tiempos de don Quijote, los molinos de viento eran algo así como nuevas tecnologías importadas de Holanda. Hoy los asociamos de modo indeleble al paisaje de la Mancha.

Millán González sugiere echar mano de la palabraempleador(similar en otros idiomas, como el alemán o el lituano), como "la persona que da trabajo." No veo yo tan claro que esa sea la función característica del empresario o industrial. Antes bien, el buen empresario está obligado a dar el menor número de empleos para el capital de que dispone, siempre limitado. Quien verdaderamente da trabajo es el conjunto del sistema económico cuando funciona bien. Ese sería, por tanto, el "empleador colectivo". Se crean pocos puestos de trabajo (o incluso se destruyen), cuando el sistema es ineficiente, cuando se derrocha dinero del erario. Lo que llamamosinflaciónes precisamente la consecuencia natural de la ineficiencia y el derroche. Lo más peregrino del asunto es que los políticos de la izquierda (y algunos de la derecha) pretenden rebajar la inflación derrochando más dinero público. Es como echar leña al fuego.

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