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Amando de Miguel

Repulsa repelente del terrorismo

Solo un renacimiento del cristianismo podría oponerse con éxito al avance del islamismo.

Solo un renacimiento del cristianismo podría oponerse con éxito al avance del islamismo.
EFE

Es claro que en la guerra contra el terrorismo la iniciativa la llevan los llamados yihadistas. Ellos plantean las batallas con apoyos internacionales y consiguen su objetivo inicial: amedrentar a la población. Si algunos terroristas perecen en la refriega, sea inmolados o abatidos, su éxito moral se refuerza. Su sacrificio será considerado por los nuevos luchadores como un estímulo para seguir matando infieles. La victoria se ampliará si la población civil se manifiesta masivamente con eslóganes tan pueriles como "Yo no tengo miedo" o con declaraciones tan inanes como "la repulsa del terrorismo". El triunfo será rotundo si se airea el hecho verdadero de que las distintas fuerzas de policía no se entienden entre ellas. Nótese que en toda Europa hay docenas de cuerpos policiales, mientras que los soldados de la guerra santa forman una unidad de combate gracias a su fanatismo religioso. Por eso suelen atacar al grito de "Alá es grande".

Poco hay que saber de estrategia militar para averiguar quién va a ganar esta ominosa guerra del terrorismo, si no se alteran las circunstancias. No es broma. La Historia la estudiará como un episodio de la III Guerra Mundial. Mientras un bando entrena y alecciona con ahínco a sus combatientes, el otro se entretiene con vanas retóricas de "condolencias, minutos de silencio y declaraciones de repulsa".

Los Estados europeos han cometido algunos errores de manual por lo que respecta a su estrategia antiterrorista. Aparte de hacer cada uno de ellos la guerra por su cuenta, parten de la premisa de que el terrorismo es simplemente un problema de orden público. Por eso se lo encargan a la Policía, encima en ocasiones a la Policía regional o local. No cabe mayor insensatez. Bueno, sí cabe. Después de un espectacular atentado, los jefes de las Policías reciben plácemes y medallas en lugar de ser apartados del cargo.

Solo si en toda Europa funcionara un buen servicio unificado de inteligencia militar se podría empezar a derrotar al Estado Islámico o equivalente con todas sus ramificaciones. Su acción primera tendría que ser impedir la captación y adoctrinamiento de jóvenes fanáticos a través de las mezquitas y las redes sociales. De momento, una propuesta así se juzgaría en las sociedades europeas como ingenua y utópica, cuando no como islamofóbica. En lugar de plantearla y poner los medios consiguientes, vamos tirando con lo que tenemos. Así nos va. Por si fuera poco, en varios países europeos, entre ellos España, campa la irresponsabilidad de las tribus sedicentemente antisistema o similares. Son capaces de acaparar las redes sociales con el fantástico argumento de que "el Rey es el auténtico terrorista". Y no pasa nada.

En España se sabe perfectamente en qué barrios de las grandes ciudades viven y actúan los imanes (clérigos islámicos) con su formidable poder de atracción sobre los jóvenes musulmanes. No se sabe que las fuerzas y cuerpos de seguridad españolas entren regularmente en esos barrios, controlen la documentación de sus vecinos y atiendan los servicios religiosos para enterarse de lo que pasa. Si tales cosas hicieran, se alzarían mil voces defensoras de los falsos derechos humanos. Son las mismas que protegen tácitamente a los okupas, otra tribu salvaje. Por cierto, no estaría mal que la okupación de las viviendas se tramitara como un acto terrorista. No caerá esa breva.

El terrorismo islamista no deja de ser una forma extremosa y fanática de un credo religioso: el que une a la comunidad islámica. Es evidente su ventaja cuando alimenta la violencia contra una sociedad, la occidental, que se ha secularizado grandemente. Solo un renacimiento del cristianismo podría oponerse con éxito al avance del islamismo.

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