El más sorprendente es el nacionalismo vasco. Conserva esencias de la España tradicional que ya no existen en otras provincias. Por ejemplo, en Vasconia sigue siendo fundamental la distinción rural-urbano, que en el resto de España apenas cuenta. El culto a la violencia (el símbolo del hacha) permanece vivo en Euskadi como antiguamente en toda España. La fórmula de “oligarquía y caciquismo” es una antigualla para los españoles, menos para los vascos. La bandera del País Vasco es la misma que la del Partido Nacionalista. Esa es una innovación totalitaria; no responde a nada tradicional. Franco no consiguió nada parecido.