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Amando de Miguel

Sangre, sudor y lágrimas

Han sido muchos los comentarios en torno a la frase patriótica de Tony Blair respecto a la “sangre” que iba a suponer la anunciada guerra de Irak. No ha faltado la alusión a la famosa frase de Churchill pidiendo “sangre, sudor y lágrimas” a sus compatriotas con ocasión de la segunda guerra mundial. Pues bien, ni la frase completa fue esa, ni tampoco fue una invención de Churchill. Las palabras exactas del gran político fueron “sangre, fatiga, lágrimas y sudor”. Por otra parte, la frase –con alguna variación– era ya una fórmula acuñada cuando la recitó Churchill; se venía repitiendo desde el siglo XVII. Tenemos, incluso, una versión española, anterior a la segunda guerra mundial. Concretamente, la frase “sangre, fango y lágrimas” era una de las favoritas de la retórica parlamentaria. Con ligeras variantes la emplean Diego Martínez Barrio, Alejandro Lerroux y José María Gil Robles durante el llamado “bienio negro” (1933-1935). En el mensaje de fin de año de 1960, Franco alude a “los aciagos días de La República, cuando el pueblo español se veía sumido cada día en una mayor miseria, amasada con sangre, fango y lágrimas, frase que hizo tristemente célebre a uno de los más destacados gerifaltes republicanos”. Seguramente estaba pensando en Azaña. En conclusión, la alusión a la “sangre” de Tony Blair es cualquier cosa menos original. Estamos ante una asociación muy trillada, si es que todavía se recuerda lo que es la trilla.

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