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Amando de Miguel

Significados ocultos

Felipe González Iglesias anda buscando el significado de "cambullero". No lo he oído nunca y no lo encuentro en los diccionarios. Solo aparece "cambullonero": persona que trapichea en torno a los puertos con negocios un tanto sospechosos.

Miguel Tuells Roder comenta mi observación de la base 20 para contar que tiene la numeración en francés y en otros idiomas. Añade que el danés esa base es todavía más acentuada. La palabra "veinte" en danés sirve para formar los nombres de 50, 60, 70 y 80. Le llama la atención a don Miguel la expresión "mejorando lo presente". Efectivamente, como él supone, indica lo contrario de lo que parece. Quiere decir que alguna cualidad de los presentes resulta inmejorable. Es parte de la retórica madrileña, tan aficionada a retorcer el lenguaje. Mi interpretación va más allá. Lo de "mejorando lo presente" es parte de una tendencia cultural muy española, cual es la resistencia a comparar. Resulta que lo "incomparable" es lo mejor, o también "no resiste la comparación" o "no se puede ni comparar".

Anna Spitzmesser me corrige: "una milla no son 20.000 pasos o yardas sino 2.000. Los duendes de la linotipia le han jugado una mala pasada". Gracias por la corrección fraterna, doña Anna. En realidad, una milla (en varios idiomas) equivale a mil pasos largos, como esos que dan los campesinos o los albañiles para medir un terreno. Así pues, el error mío no es solo tipográfico. Quizá quise decir "20.000 pies", pero tampoco, pues un paso suele contener tres pies. Los antiguos no andaban con muchas precisiones en eso de medir las cosas. Una pulgada es algo más de dos centímetros, pero el dedo pulgar no mide lo mismo en unas u otras manos. Reconozcamos que lo del sistema métrico decimal fue un gran progreso. De lo contrario, era fácil lo de "las dos varas de medir".

José Daniel López Salazar (Valladolid) incluye la voz "propuesta" como otra de las que están de moda y que significa muchas cosas. Supongo que detrás de esa palabra está la esperanza de alguna subvención. Por eso la emplean tanto los artistas o los que medran con la mamandurria oficial.

Gonzalo Gómez-Acebo añade más palabras al vocabulario castellano. Por ejemplo, "herrada" (cubo metálico), "mielgo" (gemelo). Para mí son palabras muy comunes por recordarlas de la familia de origen. Está bien que a nuestro idioma natural lo llamemos "materno".

Felipe González Iglesias (Fuenlabrada, Madrid) anda buscando el significado de "cambullero". No lo he oído nunca y no lo encuentro en los diccionarios. Solo aparece "cambullonero": persona que trapichea en torno a los puertos con negocios un tanto sospechosos.

José A. Martínez Pons vuelve a lo del lenguaje corporal para indicar esa "moda cutre y soez" de hablar y de vestirse, que surge de algunos grupos marginales y que desgraciadamente se generaliza. Tiene razón. Varias veces hemos comentado aquí lo del plebeyismo. Quizá haya que distinguir el ambiente familiar y amical del que llamamos formal. Lo que en un ambiente aparece como expresivo o espontáneo, en otro canta un poco. Me llama la atención el uso de muchas mujeres cultas que necesitan hablar y comportarse con el recurso de los plebeyismos. No me refiero solo a los tacos. Un buen taco a tiempo puede ser algo necesario y muy expresivo. Es el culto a lo vulgar lo que me llama la atención y a veces me irrita. Claro que su opuesto (lo cursi, lo afectado, lo ñoño) resulta igualmente rechazable. Como siempre, en el medio anda la virtud, y perdón por el vulgarismo, como lo son tantas expresiones clásicas.

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